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Su propio afán

Enrique García Máiquez

'Pancratium maritimum'

NO criticaba ayer a Manuela Carmena por veranear en Zahara. Todo lo contrario: como gaditano, le daba las gracias, literalmente. Alguno entendió otra cosa y, como siempre, la culpa es mía. Esta vez desatendí el consejo de Nicolás Gómez Dávila: "Para reprobar un 'ideal' debemos denunciar menos la discrepancia entre el cumplimiento y la promesa que su índole misma". Y es cierto que yo subrayaba la discrepancia entre la doctrina populista y el veraneo burgués; aunque mostrase mi fervor por el veraneo burgués, como es lógico.

Aprovechando que a estas alturas no hace falta que yo denuncie la índole misma del ideario populista y podemita, recreémonos en las coincidencias. Denuncia el periódico La Razón que Carmena se hiciese un lírico ramillete de Pancratium Maritimum, planta protegida, en peligro de extinción. En La Razón no leen, por lo visto, a Gómez Dávila y se empecinan en mostrar la discrepancia entre el ecologismo que abandera también Carmena y su natural amor por las flores. Ya no caeré en la trampa.

Yo, como Manuela, amo el lirismo, los ramilletes y, sobre todo, a los Pancratia Maritima, que son mis flores favoritas. Cuánta belleza y qué olor saben sacar de los secos arenales de las dunas, donde crecen, junto a unos cardos que tampoco son feos, pero más difíciles de coger. Y aunque el viento las despeina un poco, no le pierden la cara al mar. Adán (o quien fuese) se hizo un lío en el paraíso al ponerles nombre, hesitando entre lirios de mar o jacintos de mar o nardos marítimos o azucenas de playa… No pudo decidirse.

Seguro que Carmena ignoraba que se trata de una planta protegida y también que, en prodigiosa paradoja, a la sombra y con agua pierde la lozanía y frescura que ostenta bajo el inclemente sol del verano. Pero ha demostrado, ignorancias aparte, un gusto exquisito, veraneando en Zahara, como dije ayer, y agachándose a por esas flores, justamente.

Hace meses comenté la noticia de que el Ayuntamiento de El Puerto tendría que indemnizar a una promotora que no construiría en un paisaje de dunas donde florece el Pancratium Maritimum. Decía que tanta belleza valía los 7 millones de euros, aunque lamentaba la pésima gestión, tan cara. El alquiler de la villa de lujo le ha salido, pues, baratísimo a Carmena, además de porque lo ha dividido equitativamente entre todos los ocupantes, por el lirio de mar -tan blanco, tan limpio, tan salado- que no tiene precio.

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