Pensamiento, palabra, obra y omisión. Hasta aquí, para los católicos, las maneras de pecar. Siempre centraba mi atención aquello de la omisión, esa posibilidad humana de mirar hacia otro lado, de cruzar los brazos y de silbar al aire mientras que ante nosotros, delante mismo, se está cometiendo una injusticia que, además, está en nuestra mano mitigarla o incluso repararla. O que sea nuestro deber actuar. Y nadie está libre de la omisión, claro. Ni siquiera un presidente del Gobierno. Nadie está a salvo de que un día, en medio de cualquier situación, diga: "No nos metamos en eso...". Y entonces viene el lío. Porque la gente puede pensar que no nos importa lo que esta pasando, que hasta nos viene bien, sólo por poner un ejemplo, que las mujeres cobren menos que los hombres por hacer el mismo trabajo y que, de alguna manera, se afiancen los cimientos de una sociedad tan desigual.

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