El Tiempo Un inesperado cambio: del calor a temperaturas bajas y lluvias en pocos días

De poco un todo

enrique / garcía / mÁiquez /

Occidente sin norte

La situación de Siria está clara y es oscura. Los Estados Unidos y los aliados reunidos (pocos) no quisieran dejar sin castigo el uso de las armas químicas, prohibidas por todos los tratados y convenios. Sin embargo, la cobertura legal de la ONU resulta imposible, porque Rusia y China vetan la intervención militar. Se da, pues, una primera paradoja: se castigaría una infracción del Derecho Internacional sin cumplir con el Derecho Internacional. No es la única: las armas químicas producen un natural rechazo, pero el régimen de Siria y lo opositores han masacrado -cada uno por su cuenta- con armas convencionales a muchísimos. Lo importante, ¿son las víctimas o el modo particular de producirlas? Por último, se trata de un castigo militar que aspira a no debilitar al castigado. Tras muy amargas experiencias, no parece conveniente derrocar a un gobernante si no se tiene cierta seguridad (que no se tiene) de que el sucesor será más respetuoso con el equilibrio internacional y los derechos fundamentales.

Este complejísimo ramillete de paradojas, contradicciones e incoherencias tiene una lectura muy sencilla: Occidente no sabe lo que quiere. A diferencia de Bertrand du Guesclin, el de "Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor"; los aliados no aspiran ni a quitar ni a poner, pero ayudan al que es aún peor. ¿Habrán sopesado la posibilidad de apoyar al régimen oficial a cambio de compromisos tajantes de guerra limpia, de diálogo, de apertura posterior, de respeto a los derechos humanos y de fortalecimiento de las instituciones y el Estado de Derecho? ¿Cuánto hay de miedo a plantar cara abiertamente al integrismo? La delicada posición de las minorías cristianas, ¿se tiene en cuenta? ¿Se les escucha? Ellos están sobre el terreno, conocen la cultura y sus tensiones y tienen abiertos, a la vez, puentes de entendimiento con Occidente. Pero Occidente se ha puesto en el papel del árbitro de fútbol. Es eso: una neutralidad aséptica, indiferente al resultado final. Ahora le saca una tarjeta roja (o amarilla, las dudas y reticencias de Obama son muy significativas) al régimen de Bashar al-Assad, muy merecida desde luego, pero por una infracción del reglamento. No hay una estrategia global ni unos principios ni un fin. ¿Será, quizá, una consecuencia colateral de haber convertido el deporte-espectáculo en el único fundamento sagrado de las posmodernas sociedades occidentales?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios