Desde el fénix

José Ramón Del Río

Noventón

SEGÚN el Diccionario, se llama nonagenario al que ha cumplido noventa años, sin llegar a cien. Pero también figura, "noventón" para designar al que ha cumplido aquella edad. A mí me parece más del lenguaje actual llamar noventón a alguien en lugar de nonagenario, que es una palabra de muchas letras que son difíciles de pronunciar en su orden correcto. Aunque lo de noventón se llame a pocas personas, por obvias razones de escasez, es lo mismo que llamar cuarentón, cincuentón o sesentón, a los que han cumplido esos años. En esto ganamos a los franceses, que son tan pomposos que para decir noventa tienen que hacer dos operaciones aritméticas, una de multiplicar y otra de sumar: quatre-vingt-dix.

Lo anterior viene a cuento porque tengo un amigo que acaba de cumplir 90 años y, por tanto, es un noventón. No todo el mundo puede presumir de esto, ya que hace falta, primero, tener al amigo, que los cumpla, y luego, que esté usted para verlo. Mi amigo es José María Sánchez Vega, que los cumplió el pasado 1 de mayo y que mañana nos obsequiará a una veintena de amigos con un almuerzo. Hizo lo mismo cuando cumplió los 80, pero mañana faltarán a la cita seis de los que estuvieron con nosotros en aquella ocasión (q.e.p.d.), pero Pepe no ha querido dejar sus sillas vacías y ha incorporado al elenco de sus invitados, a siete u ocho más. Pepe Sánchez es muy conocido en Cádiz, aunque no tanto en otros lugares donde se publican estos periódicos. Dice el Evangelio que por sus hechos los conoceréis. Esto sería antes, pero ahora el conocimiento es una cuestión mediática, al que es más fácil aspirar si se inventa el cruzaíto o juegas al fútbol, pero si no has hecho otra cosa que una carrera de profesor Mercantil, estar al frente de Almacenes Merchán y la Sastrería Sánchez, junto a su padre (que llegó a cumplir los 100 años) y sus hermanos; ser vicepresidente de la Caja de Ahorros de Cádiz; gestionar aparcamientos subterráneos y, lo que es más importante, ser marido y padre ejemplar (¿verdad, Concha?); trabajador infatigable, que no tiene, pero que merece todas las medallas del trabajo; cristiano fervoroso y amigo de sus amigos, entonces sólo te conocen los que están a tu alrededor, con la ventaja que éstos te estiman y te quieren. Mañana, como digo, almorzaremos juntos una veintena de amigos. Será en el Ventorrillo de El Chato, que es como una barca varada en la playa y que fue Casa de Postas.

Con estas líneas quiero mostrar a Pepe mi admiración y aprecio a su persona y, de paso, convidarme al almuerzo del centenario, al que, sin duda, él llegara. Yo, por mi parte, que para entonces tendré más de 80 años, voy a empeñarme en asistir (D.m.). ¿Por qué vamos a poner límites a la Providencia Divina?

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