Negocios familiares

Para mantener las tiendas hacen falta clientes, porque sólo con quejarse de los zarpazos del tiempo no basta

Hubo una calle Columela en Cádiz que no se parecía a la de ahora: la de Crédito Rucas, el Bazar España, Vicente del Moral, el bar Madrid o la librería Cerón, por citar sólo algunos comercios. El tiempo se los ha llevado a todos por delante. Puede que las siguientes generaciones recuerden a esta calle por Zara, Mango, Springfield, Women'secret y esos establecimientos que existen en todas las ciudades. Detrás de ese cambio comercial está el devenir de muchas familias, las generaciones que abandonaron los comercios heredados de sus padres; o simplemente la ruina de los años, las deudas que agobiaron. Con frecuencia nos invade una nostalgia por lo que perdimos. Aunque quienes más se lamentan suelen ser los que jamás compraron nada en esas tiendas.

En el Diario suelen leer ustedes el parte de bajas. Con demasiada frecuencia se informa sobre el cierre de negocios. Recientemente, se han unido a los certificados de defunción los comercios de la familia Freire, que habían empezado con la panadería de La Palma del Hondillo, en la calle Marqués de Cádiz, que ya existía de antes (en concreto desde 1860), por lo que tiene más de 150 años de tradición, aunque la familia se instaló en el siglo XX. Todo lo que se pierde con más de un siglo de historia detrás es muy lamentable, y lo que se cierra con más de medio siglo también es bastante lamentable. Entre los seis negocios familiares de la fallecida Carmen Freire que ahora cierran está la pastelería y cafetería de La Marina, en la plaza de San Juan de Dios, que tuvo momentos de esplendor comercial, cuando la gente merendaba casi todos los días, porque hacían cuatro comidas.

Los supermercados de Supercerka, una firma gaditana, también se perderán, englobados por otra marca procedente de Lepe. Todo se va transformando, sin que nos demos cuenta. En los negocios familiares es difícil que sobrevivan a tres generaciones, algunos ni siquiera a dos. Llega un momento triste en que alguien considera oportuno hacer caja, o bien se les ha ido al garete por diversos motivos, o bien entró un hijo o un sobrino tarambana que le dio la puntilla y se lo cargó. Cada caso tiene su historia propia y su motivación. No existe un modelo común de desaparición de negocios.

En Cádiz tampoco se valoran demasiado las bajas y las altas comerciales. Al revés, hay demasiada novelería y poca fidelidad. Para mantener las tiendas hacen falta clientes, porque sólo con quejarse de los zarpazos del tiempo no basta para llegar a fin de mes y cubrir los gastos.

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