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Nazareno Blanco

No se podía quedar sin salir este año. Cádiz siempre le aguarda. Como los mayores que le rezaban

En la tarde del Lunes Santo de 1954 se abrieron las puertas de San Francisco y comenzó a salir la cofradía del Nazareno del Amor. Hubo un momento de expectación, al que siguió la sorpresa: el Señor lucía ese año una túnica blanca. En 1952 y 1953, en las dos procesiones que marcaron el origen de la cofradía, el Nazareno fue vestido con túnica morada. Sin embargo, por esas curiosidades que se convierten en leyendas cofradieras, aquella imagen, que salía sobre el antiguo paso de Afligidos, pasó a ser desde entonces el Nazareno Blanco (y franciscano) de Cádiz.

La cofradía se creó por una ocurrencia de dos niños. Es conocida la historia. Estaban Eduardo Doménech y Antonio Llaves en la procesión de las Cigarreras, en 1951, cuando tuvieron la idea de fundar una hermandad. Hablaron con otros amigos, Leonardo Andamoyo, Rafael Franco y Manuel Pérez Blanco, que se sumaron. Acudieron a San Francisco, donde habían repuesto la imagen de un Nazareno, para sustituir al que se perdió cuando saquearon el templo, en el asalto de marzo de 1936. Les cautivaba aquel Señor del Amor, que estaba en la capilla de la Orden Tercera Franciscana. Y le fundaron una cofradía, con el apoyo del entonces superior de los franciscanos, fray Luis Rodríguez San Román. Como aquellos chavales no eran mayores de edad, el primer prioste (como les decían a los hermanos mayores por entonces) fue Juan Cuadrado, que era el propietario de La Riojana, donde trabajaba Eduardo Doménech.

Han pasado más de 60 años. Atrás han quedado muchas anécdotas, muchas historias, muchos sufrimientos y muchos desvelos. También aquellas gestiones con la viuda de Jiménez, para que les cediera la imagen de la Esperanza que había sido la antigua titular de las Cigarreras.

Pero, entre todos los recuerdos, hoy no se pueden olvidar aquellas visitas a la Residencia Alvernia, en la calle Santiago Terry, cuando el Nazareno Blanco y la Virgen de la Esperanza enfilaban el callejón del Tinte, nada más salir, y después la plaza de Mina, para encontrarse con los mayores que los aguardaban ilusionados. Los mayores que cuidaba el padre José Luis Salido.

Aquel franciscano de Jerez, que se hizo tan gaditano por Amor. Él ya no podrá verlo en este mundo, cuando salga de San Francisco. Pero hoy el recuerdo de fray José Luis estará más presente que nunca. Por eso, el Nazareno Blanco no se podía quedar sin salir este año. Cádiz siempre le aguarda. Como los mayores que le rezaban, con amor y esperanza, en aquellos lunes santos.

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