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Punto de vista

José Ramón del Río

jdel35@hotmail.com

Mociones de censura

La propuesta de Iglesias tiene poca aceptación, aunque sí eco en los medios, con lo que parece haber logrado su objetivo

Con el oportunismo que le caracteriza, Pablo Iglesias, va acudir al mecanismo de la moción censura. Para ello cuenta con los diputados suficientes, porque basta con la décima parte de los diputados de la Cámara, extraña previsión de los legisladores constitucionales, porque parece un número muy reducido, habida cuenta además de que la moción tiene que ser constructiva, proponiendo un nuevo presidente con su correspondiente programa. La próxima vez que me encuentre en Cádiz con José Pedro Pérez Llorca le pediré que me aclare la razón de un porcentaje tan reducido.

Iglesias no se autopropone como candidato, sino que, generosamente, se muestra receptivo a que cualquier partido que la secunde lo proponga, incluido cualquier personaje de la sociedad civil. Hasta el momento, ha tenido poca aceptación, aunque sí mucho eco en los medios, con lo que parece que ha conseguido el objetivo que perseguía. El PSOE se niega a secundarla y entre sus razones se encuentra que Podemos votó en contra de la investidura de Pedro Sánchez. Así que algo hay que agradecer a Podemos, que impidió un Gobierno de izquierda radical, presidido por un insensato y con los referéndums de independencia en marcha.

Se han presentado dos mociones de censura, sin que ninguna prospere. La primera, presentada en mayo de 1980 por el PSOE, contra la UCD, con Felipe González como candidato. La segunda, en marzo de 1987, presentada por AP, contra el Gobierno de Felipe González y como candidato Antonio Hernández Mancha. Ésta la viví en lugar privilegiado, porque entonces pertenecía a la Ejecutiva de AP. Me opuse a ella con todos mis argumentos. Las razones de sus partidarios eran que Suárez había vuelto a la escena política con su nuevo partido CDS ("imparable", decían algunos periódicos) y era urgente darle la mayor visibilidad a Antonio. El debate comenzó a los 3 días de presentada, cuando podía y se debía haber negociado por los nuestros, una fecha más tardía. Fue un desastre, por improvisada y mal preparada y acabó con la carrera política de Antonio, que venía de Andalucía con un gran cartel y había derrotado a Miguel Herrero de Miñón, que contaba con el apoyo de casi todos los diputados y senadores. De esta experiencia saqué dos enseñanzas, que pueden valer para Susana Díaz: los andaluces hacemos mucha gracia en Madrid, pero siempre que nos quedemos en Andalucía. Y la segunda: el mayor enemigo de un político no es el adversario, sino el compañero de partido.

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