EL domingo fue una día de perros, de mantita y mando a distancia. Viendo por la ventana llover y en la televisión a Don Rafael. La leyenda está formada.

Hace años otro Don de nombre Miguel forjó su leyenda a golpe de pedaladas. El tiempo se paraba con las contrarelojs o en las etapas de montaña.

Alguien hablo de la ley del péndulo por no decir que las historias siempre se repiten.

Hubo una época donde todo hijo de vecino entendía de ciclismo y años después en los trasteros han quedado viejas bicicletas prueba de ello. La indurainmania dominó nuestros corazones a principios de la década de los noventa. Yo fui uno ellos y manillar en mano corrí la avenida para arriba y la avenida para abajo con mi tio Carlos buscando mi maillot amarillo.

A principios del 2009 vivimos la misma historia. De la bicicleta a la raqueta, de Indurain a Nadal.

Alguna mañana he visto a mi vecino bajar con mochila de tenista y cinta en el pelo. En las manos muñequeras y una toallita para el sudor. No le faltaba la bebida isotónica y el plátano para el segundo set.

A mi también me gusta jugar al tenis y ahora no me faltan contrincantes dispuestos a derrotarme en cinco sets. Han salido de debajo de las piedras miles de Nadales y Federes que no juegan el Open de Australia pero si el de Puerto Real.

Escucho hablar en el bar: he mejorado mucho mi drive pero tengo que mejorar mi servicio. Yo no puedo jugar, entre lágrimas, tengo codo de tenista. Me he comprado una raqueta de 250 euros con 4 empuñaduras de recambio. Y algún teórico dando lecciones de los importante que es el antivibrador. Si lo dice él será verdad que para eso está la teoría.

Estamos en la era Nadal. El niño de la selva se hace hombre y de mítico ha pasado a leyenda de masas.

Con los tiempos que corren no está mal olvidar el día a día y por un momento creer que levantaremos la ensaladera.