Mesura

En la prensa actual hay modernos inquisidores, de sobra conocidos, y son de toda condición e ideología

La palabra del título es una de las que mejor suena en nuestra lengua. Y aquí la uso en el segundo de sus significados de "moderación, corrección y cortesía" y no en el primero que es la de "gravedad, compostura", demasiado solemne para lo que voy a referirme. Y es que la crítica, cuando es a las personas, debe ser mesurada y no colocar al criticado en el centro de atención dedicándole, día por día, todas las afrentas que se te ocurran, prevaliéndonos, además de que puedes hacerlo a diario, mientras que el criticado lo más que puede es contestar en la primera ocasión. Mi compañero de página en estos artículos de opinión del Grupo Joly, Rafael Sanchez Saus, con su artículo de este jueves, titulado El Señor Inquisidor, me decide a escribir lo que llevaba algún tiempo pensando hacer. Refiere el profesor que no creamos que Inquisición solo hubo la santa y española; que con otros nombres y anónimas hubo y hay muchas más y que navegan a favor de corriente. Y estos modernos inquisidores, son de toda condición e ideología.

En el periodismo escrito y radiofónico español hay, por desgracia, muchos ejemplos que aclarará al lector a lo que quiero referirme. Recordarán aquella campaña diaria, machacona, de un periodista radiofónico contra el presidente de la Federación Española de Fútbol, aquel Pablo, Pablito y Pablete, que a falta de mejores temas repetía cada noche. También en la prensa escrita hay ejemplos, de sobra conocidos.

Ahora resulta que un abogado, que acaba de ser designado para un puesto de importancia, es objeto de la atención vitriólica de un comentarista, que en estas mismas páginas, no le ha dado ni siquiera ni un día de los cien que dicen hay que darle a los recién llegados. Y como su actuación no se puede criticar, porque acaba de llegar, los comentarios peyorativos y despectivos, se refieren a su persona, e incluso, a su esposa. El señor inquisidor, cuya prosa goza de todos mis aprecios, como destacado articulista que es en estas mismas páginas y que acusó de criminal a una institución gaditana y asesinos a sus socios, ahora la emprende con sus denuestos contra un matrimonio joven, sin más demérito que su éxito en sus respectivas carreras profesionales; les lleva las cuentas de lo que ganan y como resulta que les conozco y creo que no merecen ese trato, escribo en su defensa. Y lo hago, no solo por la injusticia que con ellos se hace, sino porque se lo debo a su padre (q.e.p.d.) con el que tengo una deuda impagable de gratitud. Su padre fue una gran persona, al que muchos en Cádiz conocieron. Y los que le conocieron, están de acuerdo conmigo.

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