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Medusas en invierno

Estamos como en las plagas bíblicas. Parece imposible que las playas se pongan a punto para Semana Santa

Las medusas en invierno son como el Carnaval en verano: quedan fuera de temporada. La temporada alta de las medusas siempre fue el mes de agosto. Como los políticos se iban de vacaciones (igual que la gente común), el mundo se quedaba paralizado. En los periódicos sólo se escribía de los espectáculos del verano y la pretemporada del fútbol. Así llegaron los días de gloria de las medusas, que aparecían por las playas y salían en las fotos de portada. Pero en invierno hay otras noticias. Es raro que aparezca en nuestras playas una plaga de carabelas portuguesas el mismo día en que vinieron Manuel Jiménez Barrios y Rosa Aguilar para firmar el acuerdo de la Ciudad de la Justicia con el alcalde de Cádiz, José María González.

De modo que quienes estaban en las playas buscando los duros antiguos, los acueductos romanos y los restos de los naufragios, ¿qué se encontraron? A varias carabelas portuguesas varadas en la orilla. Otro regalito que nos ha traído Emma, a la espera de los que nos deje Félix, que ha tomado el relevo. La carabela portuguesa es denominada por los científicos physalia physalis, pero en Cádiz, en otros tiempos, le decían agua mala. A mí lo de la carabela siempre me ha sonado a Vasco da Gama, un descubridor portugués que llegó a la India, aunque es más conocido porque en Río de Janeiro le dedicaron un equipo de fútbol que vino al Trofeo Carranza en los buenos tiempos. Antigüedades aparte, la llegada de estas carabelas portuguesas (o aguas malas) en invierno es un fenómeno portentoso, digno de un cuento de García Márquez.

Se suele decir que es una medusa falsa (los falsos son los peores, Judas Iscariote también era un apóstol falso), que vive en alta mar, en aguas cálidas. Por eso, suelen aparecer más en verano en según qué playas. Si han venido ahora, debe ser porque Cádiz está en alta mar, al haberse tragado Emma la playa. Pues no creo que quisieran venir para asistir al momento histórico de la firma de la Ciudad de la Justicia.

La plaga venía de El Puerto, Chiclana y San Fernando. La plaga arraigó en todas las playas gaditanas, desde Cortadura a la Caleta. Se recomienda a la ciudadanía que no cometa la carajotada de tocarlas, si las encuentran, porque se van a enterar de lo que vale una carabela portuguesa.

Estamos como en los tiempos de las plagas bíblicas. Parece imposible que las playas se pongan a punto para Semana Santa. Será mejor que vayan a ver los pasos, a las sillas de la calle Nueva, que es la novedad. Con permiso de Emma y de Félix, por supuesto.

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