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Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Mediocre

DEBE de ser su título lo que ha impedido que el estupendo libro de artículos de Nelson Rodrigues, llamado O reaccionário (con perdón), se traduzca al español. Allí nos cuenta, entre muchas otras cosas, de Pedro Gomes, siempre atento periodista que, una vez, entrevistando a un diplomático imponente, que "tenía la prolijidad de los que están convencidos de su propio talento verbal", se quedó traspuesto y pegó una cabezada. Volvió en sí, sobresaltado, cuando el diplomático le preguntaba qué le parecía el enfoque del problema. Recién despertado, pastoso, desenfocado, ignorando cuál era el problema y cuál la solución, dijo lo primero que se le pasó por la cabeza: "Mediocre". "¡Cómo que mediocre! ¿Qué es mediocre?", preguntó, amoscado, el importante señor. "Bueno, todo", repuso Gomes, dispuesto a sostenella y no enmendalla con tal de ocultar su cabezadita inoportuna. El diplomático se fue, haciendo -para no hacer aspavientos- acopio de toda su experiencia en conflictos internacionales.

Ahí no quedó la cosa. A los dos meses, el periodista recibió un tarjetón que rezaba: "Usted, caballero, me salvó. Hubiese sido, en efecto, una solución mediocre. Le estoy eternamente agradecido". Pedro Gomes quedó ignorando cuáles eran el problema, el enfoque y la solución. Y así terminaba Nelson Rodrigues el artículo, quizá para evitar cualquier prolijidad.

No sacó la moraleja porque estaba muy clara. Cualquier solución es, en realidad, mediocre. De modo que uno puede estar seguro de que, en este mundo imperfecto, con ese dictamen no se equivocará jamás. Si el que lo recibe resiste la tentación de cegarse en el orgullo herido o, en el otro extremo, la de celebrar por todo lo alto que sea mediocre y no deplorable del todo, si se examina con rigor, encontrará la oportunidad de afinar más, además. Aquel diplomático sería ampuloso, locuaz, aburridor y somnífero, pero tuvo la grandeza de volver sobre su enfoque original (fuese cual fuese), y la capacidad de cambiarlo, y la categoría de agradecerlo. No sólo era mano de santo contra el insomnio, sino un auténtico ejemplo.

Ya saben los lectores más sufridos: pueden pegarse una buena cabezada en la columna. Con que al final digan "mediocre", habrán dado en el blanco. Yo hago lo mismo con la situación política. Si me duermo, digo "mediocre" y a correr. Claro que si he estado atento y perspicaz se me nota, porque digo, entonces, "muy mediocre".

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