Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

La fiebre por colgarse la medalla se apoderó de San Juan de Dios el domingo pasado. Y no porque a nuestros gobernantes les empujara una fe ciega para acompañar a la Patrona en su tradicional salida procesional. El alcalde, José María González, se impuso la condecoración porque al fin una empresa ha anunciado una importante inversión en la capital. Aun no había terminado Torrot de anunciar que creará 200 empleos, cuando expresó su enorme satisfacción por la buena nueva para la Zona Franca. No sólo exhibió su alegría, sino que dejó patente que la inversión será pronto realidad gracias a las intensas negociaciones que ha mantenido el equipo de gobierno con Torrot -faltaría más- para hacer realidad la instalación de esta fábrica. De sobras es conocida la mano izquierda de los podemitas a la hora de confraternizar con los empresarios. Y por ello González adornó su discurso con el fortalecimiento del tejido industrial y la creación de empleo estable y de calidad. Hizo lo que suelen hacer todos los alcaldes, ni más ni menos, en una ciudad donde se han inaugurado hasta los semáforos. Pero sus palabras pusieron un clavo ardiendo en las filas del PP, que al instante le afeó con gran sofoco su rapidez para salir en la foto. Los populares proclamaron, con el grito de Tarzán para sus adentros, para que lo sepa el mundo entero, que la medalla le corresponde al delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio Sanz, y al delegado especial del Estado para la Zona Franca, Alfonso Pozuelo. Ahí quedó eso. Son ellos los auténticos artífices de la cuestión, de ahí su hemorragia de satisfacción. Aunque sus colegas portuenses del PP, casi a la misma hora, criticaran al alcalde socialista David de la Encina por dejarse birlar la cartera a última hora cuando, según sus noticias, Torrot pensó a priori instalarse en El Puerto. Ya ven qué fácil resulta hacer múltiples lecturas de la misma realidad.

Así de plana y triste es la estampa que proyectan nuestros dirigentes cuando les afecta la medallitis. Y también tienen días peores. Cuando en lugar de discutir con seriedad los asuntos urgentes, se dedican a darse patadas en las espinillas por debajo de la mesa, lo que no deja de ser un fraude para el respetable. Entre el tiempo que dedican a insultarse y el que dedican a recibir visitas, apenas reflexionan acerca de su función. Y encima se atreven a disputarse el control de la televisión pública sin pudor y a cara de perro, como si dieran buena imagen. La calentura es tan notable por lo general, que resulta milagroso que Torrot no haya emprendido aún la huida. Sin mover un músculo de la cara, unos y otros se arrogaron el triunfo sin caer en la cuenta de que sería a esta compañía a la que habría que rendir honores por elegir una ciudad poseída por el partidismo para crear empleo y riqueza. Y a los gaditanos por su infinita paciencia. Pero si lo que quieren son medallas, en el gobierno local tienen donde elegir: la medalla a la incapacidad para negociar unos presupuestos y el galardón por la gestión más desastrosa al frente de Asuntos Sociales ya tienen dueño. Y el PP no se queda atrás: se puede colgar la distinción por el fracaso del Gobierno al frente de Las Aletas, y la que premia el mérito por polemizar y enturbiar con cualquier asunto, aunque no venga a cuento. Lo único que desea Torrot es que la Administración garantice una buena formación para sus futuros empleados. Pero de esto no hablan nuestros dirigentes, cuando es aquí donde pueden brillar con luz propia, desde la unidad y la sensatez.

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