De poco un todo

Enrique / García-Máiquez

Medallas p'acá y p'allá

NO puedo polemizar con el estupendo artículo que sobre el revuelo en los alrededores del mundo del toro a cuenta de la Medalla de las Bellas Artes a Francisco Rivera Ordóñez escribirá mañana lunes en el Diario de Jerez Carmen Oteo. Y no, como estará pensando más de uno, por un imposible metafísico: ciertamente hoy es domingo, pero, por el privilegio de la amistad, he tenido el ídem de leer su artículo en absoluta primicia. Tampoco porque Carmen sepa, como sabe, de tauromaquia mucho más que un servidor. En el artículo, que vivamente les aconsejo, ella concluye que el arte de Rivera Ordóñez no es para ser medallizado. Bien, algo por el estilo ya me barruntaba yo.

No puedo polemizar con ella porque vengo a hablar únicamente del hecho concreto de que Paco Camino y José Tomás hayan devuelto sus sendas medallas. Sólo eso me suena mal de este jaleo, anda jaleo, que tan entretenidos tiene a los mentideros taurinos y a la prensa del corazón. Que le diesen el premio a Fran no me escandaliza: la función del jurado era fallar, ¿no? Aunque hubiese preferido algo más fino, que Morante saltase hecho una hidra me parece bien: un gaje del oficio del jurado es ser juzgado. Que Cayetano arremetiese con la quijada de un burro en defensa de su hermano y vetara a Morante, no me parece encomiable, pero como soy un firme partidario de los valores familiares, miro el gesto con una inevitable simpatía.

Paco Camino y José Tomás, sin embargo, no me leen, y eso, como ustedes comprenderán, resulta absolutamente imperdonable. Hace sólo dos semanas, a cuenta del Oscar a Penélope Cruz, decía en estas páginas que los premios hay que relativizarlos, tomárselos a beneficio de inventario, agradecerlos educadamente y a otra cosa, mariposa. En cambio estos señores se toman a sí mismos tan en serio (lo que está bien) y a sus galardones (lo que está mal) que se han considerado ultrajados en su honor, ¡oh!, y en un gesto dicen que de vergüenza torera devuelven las medallas.

Igual que santa Rita, Rita nos recuerda que lo que se da no se quita, santa Berta, Berta nos podría avisar que lo que se toma no se suelta. ¿Se imaginan ustedes a todos los premios nobeles devolviendo sus premios cada vez que el jurado lo otorgase a alguien que no fuese de su gusto? Y multipliquen eso por los incontables premios que se dan a lo largo y ancho del año. Teniendo en cuenta la susceptibilidad del personal y la ubicuidad de la vanidad humana, sería una mareante marabunta de premios de aquí para allá. Ni las revistas del corazón darían abasto. Recibir un premio no te da derecho a fiscalizar la lista de futuros premiados. Aunque cuando te premian resulte indubitable, en realidad ningún jurado tiene el don de la infalibilidad. Lo único serio del arte es el arte, jamás los reconocimientos, y eso, que puede olvidársele a un actor de comedia por razones obvias, ningún torero lo debería olvidar.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios