de todo un poco

enrique / garcía-máiquez

McConville

LA víctima del IRA Jean McConville era una viuda de 37 años con diez hijos. Su muerte en 1972 fue brutal y absurda. El caso aún está abierto, la investigación va encontrando indicios y testimonios relevantes y puede tener consecuencias directas en las elecciones europeas y en la política de Irlanda del Norte, porque afecta al líder del Sinn Féin, Gerry Adams, del que hay sospechas de implicación en los hechos. Todo esto se sabe.

Las consecuencias políticas son secundarias. Personalmente me conmueve la suerte de aquella viuda de la edad de mi mujer, más o menos. Por muchos motivos. Como el poeta chileno Ibáñez Langlois -tan vibrante que ni a poner comas se para- soy muy partidario de las madres, en su día y en todos: "obligación mundial besar el polvo / que pisa cada madre numerosa / llorar sobre sus huellas sacrosantas / rendirle en cada sitio los honores / reservados al rey a la gran reina". Hay otros motivos (subjetivos, por supuesto, pero que no voy a negar) para mi honda simpatía: se había convertido al catolicismo, tenía malhumor, su único capricho era jugar al bingo de vez en cuando, hablaba sin parar, insultaba ferozmente a quien trataba de separarla de sus hijos, era pobre, sólo queda de ella una fotografía y su anillo de bodas...

Cuando la secuestraron, torturaron, asesinaron y calumniaron, ocho de sus diez hijos fueron llevados a orfelinatos. Según cuenta una de sus hijas, muchos de sus hermanos no han superado el trauma y hoy son alcohólicos o drogadictos. Desde que lo leí, cada vez que me cruzo a una persona marginada (y cada día paso por un barrio devastado), no puedo dejar de recordar a Jean McConville ni de ver a ese hombre o a esa mujer como una víctima indirecta de una historia de injusticia y barbarie, sea cual sea la suya concreta. Sé que a un cristiano debería bastarle saber que somos hijos de Dios, pero uno es un cristiano imperfecto, insensible a menudo. Por eso, agradezco a Jean McConville que su historia me haya abierto los ojos al drama que hay detrás de cada marginado.

Los hijos de Jean McConville piden justicia para su madre y dignidad y memoria, como es lógico y merecen todas las víctimas. Yo no les deseo otra cosa. Pero también quisiera que viésemos en ella una figura de las madres y de las familias que el mal, el mal de cualquier tipo, arrebató a los marginados con los que nos cruzamos. Que su sombra de piedad los ampare a todos.

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