Opinión

Fernando / Mira

Manolo Vargas y el auténtico cante de "alegrías"

Cádiz homenajea a Manolo Vargas Gómez, de tan entrañable recuerdos para los que le conocimos y tuvimos la dicha de presenciar el I Concurso Nacional de Cante por Alegrías de 1.952, celebrado en nuestro Gran Teatro Falla a instancia de la comisión de Fiestas del Ayuntamiento gaditano, presidido por don José León de Carranza y auspiciada por el presidente de la Diputación, Juan Luis Martínez del Cerro, pero sobre todo por el gobernador civil, Carlos María Rodríguez de Valcárcel, descendiente directo de aquel gran gobernante que fue el conde O´Reilly, que hizo el Cádiz del siglo XVIII. Y como musas inspiradoras, José María Pemán, Aurelio Sellé y el doctor Seoane.

En aquella fecha cubrí la información del evento en Radio Juventud, de la que era redactor jefe, no sin colaborar en La Información del Lunes, periódico semanal editado por Manuel Cerón, y en Diario de Cádiz, cuya dirección estaba a cargo del amigo ya desaparecido, Francisco Matallana, que firmaba con el seudónimo de Curro Plaza. Figuras como Emilio de la Cruz Hermosilla -director de ese medio de comunicación que ahora cumple 140 años de existencia- hicieron una soberbia labor de divulgación de este evento que conmovió el sentir gaditano.

En 1988, la peña flamenca Enrique el Mellizo decidió dedicar su VIII Semana Cultural a la memoria del cantaor gaditano por considerar que en él se daba la pureza y la medida de nuestro cante más genuino, "la alegría", y reconocerlo como paradigma de este cante. José Manuel Suárez Japón, Alberto Ramos Santana, Manuel Martín Martín y el autor de este artículo alentaron la idea de realizar el II Concurso Nacional de Cante por Alegría, motivando la conciencia gaditana e intentando cautivar al Ayuntamiento de Carlos Díaz y a la Concejalía de Cultura, entonces regida por Josefina Junquera.

Manolo Vargas fue el ganador indiscutible de ese celebrado concurso, y lo fue precisamente por ser el más fiel interprete de este cante gaditano. No se lo llevó el mejor, ni el más afamado, sino el más puro. Por ello se grabó una cinta con la voz de los tres premiados: Manolo Vargas, Pericón de Cádiz y el Flecha -Chano Lobato, entonces un niño, consiguió un accésit-. La cinta fue guardada, como una nueva Arca de la Alianza, en el sótano del ventorrillo del Chato, regentado por el guitarrista Servando Roja para testimonio de aquel presente a los intérpretes futuros.

No fue un concurso, fue una exaltación de este cante y también la idea que sugería el nuevo y reciente invento del magnetófono: grabar la voz de los cantaores en la pureza del cante para preservarlo de mezclas híbridas y de popurrí de cantiñas. En Cádiz lo jondo se hace inseparable de lo telúrico, llevando su savia milenaria al tronco y sus injertos. En los barrios gaditanos fueron depositándose etnias diversas que modifican cantes y bailes castellanos que se impregnan de formas expresivas distintas, dando origen al primitivo flamenco, un flamenco inspirado por el ritmo, el son, el compás del mar; un flamenco hondo y profundo y un flamenco de luz y de sal que engalana la tragedia, como el cante por "alegrías".

Y ese cante, en su originalidad, en su pureza, fue el cante que quedó para la posteridad en esa cinta de Manolo Vargas. En ella se condensó el cante puro, sin mestizaje; de esta forma expresiva que junto al general No Importa y las murallas gaditanas, ganaron la Guerra de la Independencia.

Las alegrías son de Cádiz, como la sardana de Cataluña, y la jota de Aragón. Y este "ser" es alma y memoria, temperamento y carácter, personalidad que distingue y define a un pueblo. Pensad por unos momentos qué pasaría si Madrid perdiera su chotis verbenero, o Argentina su tango. ¿Qué pasaría si la Iglesia perdiera el Credo, esa oración que se canta bajo la augusta bóveda de la Capilla Sixtina, o si la Internacional, cantada puño en alto en las manifestaciones, y con la camiseta abierta y el corazón llagado, por la estrechas y míseras calleja de todo el orbe, enmudeciera?

La alegría es el himno de Cádiz, la bandera sonora que la agrupa y define. En ella todo el espíritu de la trimilenaria ciudad; en ella todo el acervo popular; en ella, la memoria sonora de su más brillante historia: el asedio de la ciudad de Cádiz. Por todo ello cabría la idea de solicitar de nuestro Ayuntamiento, o del Ateneo gaditano-actual custodio del tesoro que guarda el sótano-, y pedirle a su presidente, Ignacio Moreno, un nuevo servicio a la ciudad: buscar la cinta. O pedir a su actual custodio su entrega al Ayuntamiento.

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