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¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Manadas y rebaños

Una de las preguntas que habría que hacerse es a quién beneficia todo este movimiento de desprestigio del poder judicial

Sólo hay que asomarse a las hemerotecas para comprobar que los miembros de la autodenominada Manada fueron condenados mucho antes de que comenzase el juicio en la Audiencia de Navarra. Guste o no reconocerlo, el clima de linchamiento ha sido sofocante y cualquier opinión periodística o sentencia judicial que disintiese de lo que el tribunal del pueblo había decidido corría el riesgo de convertirse -como así ha sucedido- en una trampa mortal para el emisor. Al populismo político que ya es elemento fijo de nuestro paisaje hay que sumar ahora un populismo judicial que está siendo agitado con entusiasmo por parte de la prensa y de nuestros representantes, según lo leído, visto y escuchado en los últimos días. Impactante la imagen de Susana Díaz (más mater dolorosa que nunca) indignada ante una sentencia que -apostamos nuestro reino- ni siquiera había leído. Está claro que éste es el terreno en el que mejor se mueve nuestra presidenta (desde luego no en el de la creación de riqueza). El viejo sueño de Guerra de enterrar a Montesquieu se está consumando. Vienen tiempos duros.

Una de las preguntas que habría que hacerse es a quién beneficia todo este movimiento de desprestigio del poder judicial español. Una vez más acudiremos al manual heredado de nuestros maestros y huiremos de cualquier explicación conspiratoria. Sin embargo, sí hay que reseñar que todo coincide en unos momentos en los que la Justicia se ha convertido en la última línea de resistencia ante diferentes fenómenos, como son la corrupción política (y empresarial, no se olvide) o la intentona separatista catalana. El abuso sexual continuado de laManada contra una chica de 18 años es un hecho repugnante que merece todo el reproche social y penal, pero no deja de ser llamativo y enigmático que este asunto haya levantado una mayor indignación que otros casos en los que también hubo condenas relativamente suaves para crímenes mucho más crueles e irreparables. El feminismo ha tomado el caso de laManada como un símbolo, pero los magistrados deben juzgar hechos probados, no semióticas ni ánimos colectivos. Lo contrario nos convierte en un rebaño justiciero.

Por otra parte, no deja de ser llamativo que los que hace unos días, con motivo del asesinato en Almería del niño Gabriel Cruz, avisaban del riesgo de "legislar en caliente", clamen ahora por un endurecimiento de nuestro Código Penal. Lo que ayer era una reivindicación de la caverna más vengativa se nos vende ahora como un anhelo progresista del pueblo.

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