VA deshaciéndo- se agosto en humedad de playa solitaria. Apuro novelas negras como quien despide en un beso el tapiz del verano: la Venecia de Donna Leon, la Sicilia de Camilleri, la Suecia de Mankel, La Habana de Padura, el México de Élmer Mendoza, el Israel de Batya Gur. En todas partes la imposibilidad de la justicia, la certeza del dolor, la fragilidad de la cordura. Dice un loco de J. C. Somoza: "Mire entre los resquicios de la luz. ¿Advierte los diminutos grumos de tinieblas? La luz está bordada sobre una tela muy oscura, pero es difícil verlo. Cuando maduramos descubrimos que la verdad, la única que merece tal nombre, es la penumbra". Cierto es que, sin recurrir a los libros, se vislumbra negro en la urdimbre de la vida cotidiana: esa mujer esquiva cuya absorta y creciente gordura trae un aliento de alcoholismo secreto; los jóvenes que, al saludarse en una tienda, comentan que ya no se ven en Los Caños porque "desde aquello, le cogieron respeto"; el pacífico monitor al que descubres un día captando amas de casa en un derrape esotérico, y en cuya mirada sorprendiste el brillo insano del cazador; ese mismo brillo paranoico en los ojos desfondados de una poeta frustrada; el ATS harto de lidiar de noche con los locos del clínico de Puerto Real, donde el psiquiatra de guardia jamás aparece por más quejas que se hayan interpuesto; el cura con hechuras de telepredicador desquiciado al que han visto de noche paseando en mercedes; el eco de un beso furtivo que no debiste oír; el anticuario que te mira con desconfianza cuando preguntas si no tendría por ahí un ungüentario romano; la hermosa inmigrante en cíclico embarazo de no se sabe qué niños; el certificado oficial que viste abierto en manos de un enemigo del legítimo destinatario; el centro de yoga donde cada inscrito es una historia de problemas físicos y psíquicos que sólo se resuelven buscando la infinita paciencia de aceptarse a uno mismo. Pero aquí descubres también la luz de la trama: esa gente cuyo sufrimiento le ha hecho abrir los ojos y el corazón al dolor del mundo. "Sorrow is knowledge", decía lord Byron. Yo creía que significaba "El conocimiento es dolor", pero era justo al revés: "El dolor es conocimiento".

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