Tribuna libre

Melchor Mateo / Cádiz / Juan / Jiménez / Mata / Arquitecto

La Junta deja en manos del redactor del proyecto el derribo de NáuticaSobre la plaza de Sevilla y Aduanas (y II)

Gómez Periñán asegura que un informe determina que el edificio está "gravemente enfermo" · El 70% de sus dependencias se encuentran clausuradas

"El derribo del edificio de la antigua Escuela de Náutica no es firme, sino sólo una posibilidad". El delegado del Gobierno de la Junta de Andalucía en Cádiz, José Antonio Gómez Periñán, pasó la responsabilidad de la demolición de este inmueble a la persona o empresa que gane la redacción del proyecto, que ahora mismo se encuentra en fase de licitación. Ese concurso, sin embargo, incluye en una primera fase la demolición del edificio y, posteriormente, el proyecto.

Gómez Periñán dijo que el arquitecto en cuestión será el que debe determinar si el edificio se va tirar abajo al completo, si sólo va a ser una parte, o si se va a conservar al completo, para lo cual se llevaría a cabo la rehabilitación del mismo.

El delegado del Gobierno compareció ayer en rueda de prensa para explicar la postura de la Junta en este asunto, después de que el mismo Colegio de Arquitectos expresara su repulsa por las intenciones de demolición del inmueble, algo en lo que coincidieron algunos profesionales como Julio Malo de Molina, Juan Jiménez Mata o el presidente de la Real Academia de Bellas Artes, Javier Navascués.

Gómez Periñán dejó claro que "la Junta no toma decisiones a la ligera", para explicar los argumentos del por qué se había valorado tirar el edificio.

En este sentido, apuntó que se encargó hace unos meses a la empresa Vorsevi que hiciera un estudio a fondo del estado del complejo, tras lo cual dio como resultado que el edificio se encuentra "gravemente enfermo y tiene múltiples patologías": Como ejemplo cita que el 70 por ciento de las dependencias se encuentran clausuradas por el mal estado de las mismas, para lo cual se han tenido que tomar una serie de medidas de precaución. Gómez Periñán también aseveró que para el final del curso el edificio, que alberga en la actualidad el centro de Investigación y Formación Pesquera, va a quedar completamente cerrado ante la falta de seguridad que presenta, "por todo eso, cuando hemos sacado el proyecto contemplamos el derribo".

Lo que tiene claro el delegado del Gobierno de la Junta es que "se va a anteponer la seguridad de las personas y los trabajadores que vayan a estar allí y de los usuarios a cualquier cosa", en relación a si se estima que finalmente hay que levantar un edificio nuevo que sea considerado más seguro. Asimismo, también dijo que tampoco podría permitir que "un largo debate" sobre este asunto pudiera demorar toda la operación "y se pusiera en peligro a las personas que pasan por allí, a pesar de todas las medidas de precaución que hemos tomado".

Asimismo, resaltó que el edificio no está catalogado, sino que forma parte un inventario. Cabe recordar que el Colegio de Arquitectos decía que formaba parte del Registro General del Patrimonio de Andalucía como una de las obras que deben ser objeto "de una especial protección por parte de la administración".

José Antonio Gómez Periñán explicó que el Gobierno andaluz es el del "diálogo" y por ello se ha puesto en contacto con la asociación de vecinos Moreno de Mora del Balón y ayer tenía previsto hacerlo con la de La Viña para explicarles su proyecto. Además, también habló con el presidente del Colegio Oficial de Arquitectos y le explicó el mal estado del edificio y se mostró favorable a la participación de la Junta en una mesa redonda que va a haber en este Colegio el día 20 para analizar el futuro del edificio.

En la rueda de prensa también estuvo presente el delegado provincial de Economía y responsable de Patrimonio, Daniel Vázquez, que explicó que aún no están decididas cuáles van a ser las delegaciones provinciales que se van a ubicar en el futuro en el edificio de la antigua Escuela de Náutica, "aunque se prevé que puedan ir 500 funcionarios".

LA deseada ordenación de la plaza de Sevilla y su entorno tiene una larga historia, desde que en 1997, hace más de diez años, se convocó el concurso de ideas. Mientras tanto, una de las zonas más delicadas de la ciudad, en la transición entre las ciudades antigua y nueva, sigue siendo un espacio degradado, con restos de la pérgola de la estación, transformador, alambradas, pavimentos desordenados y, sobre todo, las nobles murallas de la ciudad en avanzado estado de deterioro y su zona superior ocupada por un aparcamiento y depósito de vehículos. Estos lienzos del baluarte saludan a los que llegan a Cádiz por tren desde su decrepitud. Lo que en cualquier ciudad sería mostrado como noble testimonio del pasado, en Cádiz se muestra como una trasera sucia y descuidada.

La importancia de la pieza urbana formada por la plaza de Sevilla y su entorno es enorme. El buen funcionamiento de la misma beneficiaría al Casco Antiguo, que no tiene futuro sin un buen enlace y relación con la ciudad nueva y la Bahía. La plaza de Sevilla debiera ser la pieza de transición entre el Casco Histórico y la ciudad moderna, enlazando armónicamente con la Cuesta de las Calesas y actual Carretera Industrial, punto de encuentro e intercambio entre ambas zonas de la ciudad.

La estación del ferrocarril se establece en su día cerca de los muelles, puesto que el viaje no terminaba en Cádiz sino que podía llegar a América o a Canarias, mediante el trasbordo directo del ferrocarril al barco. Este recuerdo, hoy obsoleto, sirva no obstante de símbolo de la necesaria recuperación de una adecuada relación ciudad-puerto según las necesidades actuales.

Es por tanto imprescindible la configuración de una auténtica "Plaza de la Estación", modelo decimonónico aún válido en la mayoría de las ciudades por la recuperación y modernización del ferrocarril. A causa de las peculiaridades de esta ciudad portuaria sería a la vez "Plaza del Mar", en continuidad hasta el cantil del muelle.

Las estaciones de ferrocarril constituyen los nodos de actividad e intercambio de las ciudades del siglo XX. Ante ellas se abren algunas de las plazas europeas más notables, llenas de vida. En nuestro país, cuyo territorio se articula a escala del tren de alta velocidad, esta plaza de Cádiz sería a la vez término terrestre y puerta de partida abierta a los viaje por el mar, tanto los de la Bahía como los ultramarinos. La presencia inmediata de los muelles comerciales del puerto, las relaciones con los mismos y con la arquitectura cambiante de los buques, enriquecerían la estructura urbana de la plaza.

Se ha olvidado que el edificio de la Aduana se implantó en los años 50 sobre un notable jardín que existía ante la Estación del Ferrocarril, abierto al mar. La construcción de la Aduana negó a Cádiz la posibilidad de creación del ágora urbana de acceso a la Estación. Su descarada implantación de espaldas a la Estación consagró la transformación de los espacios portuarios en un reducto fiscal, hurtando a la ciudad algo que formó parte de su historia: la estrecha relación entre los muelles y la trama urbana. Sin la ciudad no hubiera habido puerto, pero en ese momento histórico el puerto se olvida de la ciudad.

En la larga historia de la gestión de la Plaza de Sevilla, después de la larga discusión de las administraciones sobre la inconveniencia del uso residencial en la carretera industrial y la necesidad de una estación de autobuses de la que aún carece esta ciudad, y ejecutadas las gestiones del planeamiento con informe favorable de la Consejería de Cultura, aparece en marzo de 2006 un escrito en el Diario en defensa del edificio de la Aduana, como "testimonio histórico de una época".

Se quiere defender la pervivencia de los edificios de la Aduana y Comandancia de Marina como nobles ejemplos de la arquitectura de la inmediata posguerra, ecos periféricos del edificio del Ministerio del Aire de Madrid. Para enjuiciar este tema con suficiente conocimiento y sosiego, que a mi juicio han faltado, es preciso analizar qué fue y significó aquella arquitectura grandilocuente y falsa que se hacía a la vez que otras arquitecturas auténticamente modernas de los mismos años: edificio de Sindicatos de Madrid, viviendas sociales de Cabrero, Vázquez de Castro y otros, Gobierno Civil de Tarragona, etc.

Baldellou y Capitel señalan en Summa Artis XL: Arquitectura española siglo XX:

"Y qué se va a llevar ahora en Madrid", preguntaba Gutiérrez Soto al final de la guerra a un compañero suficientemente entretejido con las fuerzas políticas, ya vencedoras a la hora de proyectar el Ministerio del Aire. La respuesta no importa mucho, puesto que es la pregunta la que constituye una verdadera declaración de principios: no le interesa el estilo empleado para expresar la causa, sino en función de ser el instrumento que habría que dominar y emplear."

Luis Gutiérrez Soto por su parte declaraba en 1978, en publicación del COAM:

"Mi principal preocupación era el parecido con El Escorial; esto me atormentaba y traté por todos los medios de evitarlo".

Ello demuestra la falsedad de la operación. Gutiérrez Soto utilizó brillantemente los lenguajes modernos en las décadas anteriores a la guerra civil, pero las circunstancias políticas de la posguerra y sus veleidades "imperiales" aconsejó la utilización de ropajes clásicos, con el que se revestían edificios de plantas funcionales y estructuras de hormigón armado, constituyendo flagrantes ejercicios de falsedad histórica.

Las apreciaciones sobre el edificio de la Aduana debieran partir de este hecho, que lo convierten en mera imagen superficial, cortinas tras la que se enmascaran los verdaderos problemas de la ciudad sin resolver. La belleza es el resplandor de la verdad. Aquí no hay ninguna verdad, en estas estructuras modernas revestidas de falsas fachadas que no responden a la tecnología que esconden.

En mi opinión se está produciendo una situación de gran confusión cuando se atribuyen valores patrimoniales a este edificio. Hay que afirmar rotundamente que no pertenece al Patrimonio Histórico. El auténtico Patrimonio Histórico queda desvirtuado cuando se atribuyen valores patrimoniales a lo que es, sin más, falso. La defensa de un edificio sin valores intrínsecos confunde la conciencia patrimonial.

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