Libre directo

José Pettenghi Lachambre

Incidentes en la vida de un esclavo

SI malo es vivir como un esclavo, peor es tener alma de esclavo. Creo que todavía nos venden en el Callejón de los Negros con una argolla al cuello. Vencidos, vendidos como ganado a las hipotecas, a los contratos basura, a los bancos, esas despiadadas máquinas de hacer dinero. Esclavos de una lúgubre vida laboral, de las segundas residencias, de las caravanas domingueras, de los centros comerciales. Esclavos de las declaraciones chorras de los políticos ¿No hay periodistas que les hagan preguntas claras, directas e incisivas que no permitan la demagogia, ni la divagación ornamental, ni las respuestas para tontos? En las TV municipales no, así que también esclavos de esas TV, más domésticas que locales, pagadas por todos, con esas interviús bochornosas a "sus" políticos y que han hallado un filón jaleando un casticismo cochambroso envuelto en el papel grasiento del localismo.

Al fin esclavos vendidos a la pamplina gaditana, entre el yin y el yan, el levante y el poniente que deberían ser el carnaval y la semana santa, pero que no son ni de lejos. En pocos días se pasa de la comedia a la tragedia en un asunto de palcos: de uno en el Falla al de la carrera oficial.

Esclavos de la ciudad que sonríe y donde se ríe el Corte Inglés. Esclavos de los mármoles conmemorativos y autohomenajes churretosos. Presos de los falsificadores de la verdad bajo un empedrado de intereses, ignorancia y fanatismo. Esclavos de los profesionales del engaño que nos hacen creer que menos es más, en una ciudad atrasada donde manda -más que gobierna- el estilo de una burguesía cateta y conservadora, donde prevalecen las apariencias con megafonía de tómbola, donde la cultura es cosa de mirones, que empieza y acaba en las croquetas, las gambas y la mayonesa, donde el Bicentenario -ese clásico del humor- se prepara con actos disparatados como, qué sé yo, cosas frikis de títeres eslovacos o un concurso iberoamericano de pasos en miniatura en pista cubierta. Sólo falta hermanarse con Atapuerca. Esclavos, por ello, de unos pedantes de medio pelo que creen firmemente que estábamos en las tinieblas hasta que ellos se ocuparon de nosotros. Esclavos de las milicias de la carcundia eterna que acusan de delincuentes relativistas a los que sostienen que la Tierra no es plana sino redonda.

Es este un sitio raro donde los que molestan son los partidarios de las leyes. Incluso las de la Física. Lo dicho, esclavos.

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