Tribuna opinión

José Ríos Ruiz

In memoriam

CON el permiso de mi admirado Juan Antonio Castañeda me atrevo a esbozar estos apuntes a modo de pequeño homenaje a mi querido amigo.

Jacinto E. Matute Narro fue un gaditano de primera categoría. Alumno de San Felipe Neri, permaneció en dicho colegio hasta terminar los estudios de bachillerato.

Llegada la hora se desplazó a Madrid al objeto de simultanear la carrera de Derecho con la de piano y, ya como letrado, se presentó a oposiciones para Registrador de la Propiedad obteniendo la plaza a la primera. Más tarde se dedicó a ejercer esta profesión pero sin olvidar nunca el piano.

Y en lo tocante al mencionado instrumento, los hechos hablan por sí mismos. Si la memoria no me falla obtuvo, entre otros, los siguientes premios: Fin de Carrera, Ricardo Viñes, Premio Jaén y Virtuosismo.

Ofreció a lo largo de su vida gran cantidad de conciertos como solista y formando dúo a cuatro manos con Mariles Rentería, nuestra querida compañera del Aula de Virtuosismo del Maestro José Cubiles.

En el campo de la técnica pianística fue una excepción. Dios le dotó de una mano ancha y unos dedos carnosos, donde la yema realizaba con precisión el cometido de presionar las teclas de la manera más cercana posible, extrayendo así un maravilloso sonido del instrumento.

Todo esto, además, acompañado de una agilidad asombrosa y de una capacidad interpretativa bastante fuera de lo común fruto de su excepcional dominio de todos los recursos pianísticos.

Ya para terminar, no me resisto a referir alguna pequeña anécdota de nuestra ya lejana convivencia en Madrid.

Como compartimos residencia, decidimos alquilar un piano para poder practicar en él las largas horas que el estudio concienzudo y nuestro Maestro nos exigían. Pues bien, acordamos establecer dos turnos: mañana y tarde.

A mí me correspondió el primero y él debería estudiar por las tardes, pero nunca le vi hacerlo sobre el piano. Examinaba minuciosamente la partitura en una mesa descifrando y controlando toda la información en ella contenida y, a continuación, se sentaba al piano y tocaba la obra correctamente.

A tal extremo llegaban su inteligencia, capacidad y dominio. Todo un privilegio haber podido compartir con él aquellos entrañables momentos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios