El periódico The Guardian ha publicado un reportaje sobre paraísos de esos perdidos en España, sitios escondidos, de los que nunca aparecerán en Michelín pero que más que tres estrellas tienen tres rebañazos.

El autor del artículo confiesa que se enamoró perdidamente de los huevos con papas de la Venta El Toro de Vejer. Le gustaron especialmente al inglés, que para esto dijo que de Brexit nada de nada, cuando los huevos iban protegidos por una manta de jamón ibérico de bellota que abrigaba la yema mejor que un abrigo de Visón.

La Venta El Toro está en Santa Lucía, al lado de otra joya de la provincia, la Castillería de Juan Valdés, donde mejor hacen los bisteles vuelta y vuelta de Andalucía. Es una pequeña casa de esas ancladas en el tiempo donde todavía la Cruzcampo se sirve en botellín y donde no han llegado los crujientes, los aires… ni el sashimi. La atracción de la casa son los huevos fritos con papas, hechos en sartén, un poquito de almuerzo campero, una variante del lomo en manteca, y lo que haya guisao ese día Maruja, la mejor bordadora de huevos fritos con la que cuenta ahora la provincia de Cádiz.

Pero no es solamente la mano de Maruja friendo papa y huevo. El sitio está lleno de detalles. Con suerte la pareja de huevos te llega servida en plato de Duralex, de los que había en tu casa cuando tu madre hacía tortilla de papa para cenar por la noche, los platos que reinaban en las casas de Cádiz del último tercio del siglo XX.

Te comes unos huevos con papas, pero también te comes vivencias de cuando eras chico y si ya comes en la terraza, un sombrajo encima de un riachuelo, la cosa alcanza tal sublimación que es comprensible que el inglés dijera dejarme solo ahí.

Muchas veces no nos damos cuenta de los monumentos que tenemos en la provincia, de las cosas auténticas que aún conservamos. Muchas veces son la gente de fuera la que viene a darnos el chivatazo y nos muestra sitios que muchos de nosotros ni conocemos.

Muchas veces no agradecemos su labor a gente como Antonio Esquivel, el gerente de este establecimiento que se olvidó de su carrera de maestro de Formación Física, para convertirse en ventero.

En Cádiz todavía se encuentran cosas auténticas, realidades agradables sin domesticar. Tenemos que cuidarlas, impedir que se pierdan, declararlos monumentos de interés público. Son las cosas que nos diferencian y que son nuestra gran ventaja. Mientras sigamos conservando los huevos fritos con papas, las puntillitas fritas, las tortillitas de camarones y la carne metía en tomate no tenemos nada que temer. Qué suerte tenemos de vivir en El Paraíso.

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