Columna de humo

José Manuel / Benítez Ariza

Haches

HAN salido a la luz, a raíz del infame asesinato de la niña Marta del Castillo, las amenazas que el criminal le había dirigido meses atrás en uno de esos "foros sociales" de Internet en el que los dos participaban. Y ha llamado la atención, aparte de lo que el detalle añade al horror de lo sucedido, la torturada ortografía en que estaban expresadas esas amenazas. El dato, cómo no, ha animado fugazmente el siempre aplazado debate sobre el nivel de incultura en el que parece andar sumida buena parte de nuestra juventud, y el consiguiente fracaso de las instituciones encargadas de su educación y de los responsables de que éstas funcionen como es debido. Nadie niega, en fin, que existe una cierta correlación entre las carencias socio-educativas y los extremos de deshumanización y falta de valores que parecen apreciarse en algunos individuos, que vienen a ser la decantación última del desamparo en el que viven capas sociales enteras. Nada más desesperanzador que esas barriadas donde el solo aspecto de las calles induce a sentirse excluido de todo sentido de pertenencia social. Y la ignorancia expresa, desinhibida, que a veces manifiestan quienes viven en esas condiciones es una de las muchas formas que tienen de declarar su extrañamiento.

Pero sucede, también, que esos mismos individuos votan en las elecciones y consumen lo que anuncia la televisión, por lo que tanto los políticos como los anunciantes parecen tener una cierta predisposición a no sacarlos de su letargo, a no incomodarlos con el recordatorio de sus responsabilidades o con inoportunas exigencias. Las televisiones, incluida la pública, hablan su lenguaje, y algunas de las más falaces promesas electorales parecen ir dirigidas expresamente a ellos. Internet, esa inabarcable fuente de conocimiento, ha generado también guetos donde la incultura y la brutalidad campan a su antojo, y donde se expresa sin tapujos toda esa ancestral violencia que las proclamas oficiales ocultan hipócritamente. El que el racismo, los prejuicios machistas y las más irracionales rivalidades locales y deportivas se expresen tan a las claras en esos ámbitos dice muy poco a favor de la efectividad de las prédicas biempensantes; y la impresión resultante, como muy bien perciben los jóvenes, es que, hoy como ayer, lo que impera en la calle tiene muy poco que ver con los valores que decimos profesar.

Creo que fue el escritor García Márquez quien se pronunció hace años a favor de la supresión de las normas ortográficas. También él, como los políticos y comerciantes, buscaba, sobre todo, no incomodar. Y en una cosa tenía razón: cuando la educación no ha logrado convencer a tantos de la necesidad de regirse por ciertas normas fundamentales, ¿qué más da una hache de más o de menos, o confundir las bes y las uves? La respuesta, en los foros de Internet.

benitezariza.blogspot.com

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