Una cámara te mira cada vez que te montas en el ascensor, otra cuando sales a la zona común del portal y aún una tercera cuando te diriges a la puerta. Mi portal se parece a un gran hermano donde hay un ojo que todo lo ve. Aquí no hay confesionario, nadie tiene que abandonar la casa cada semana, ni nos entrevista Mercedes Milá o quien sea. Nuestro gran hermano es muy distinto, no es un reality show, es más un drama. Resulta muy triste que haya que poner cámaras para que uno o dos no tiren porquerías al suelo o escupan en el ascensor. Lo que debería ser lo normal, que alguien se comporte como un ser humano civilizado, es imposible para alguna gente. Dos o tres cámaras y se acabaron las guarrerías. Bienvenido sea el gran hermano. Es la metáfora de la vida de hoy en día donde a muchos les gusta envalentonarse bajo el anonimato de un perfil virtual. Pero cuando hay que dar el nombre real o dar la cara, las cosas son distintas.

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