De todo un poco

enrique / garcía-máiquez

Gallardón está solo

GALLARDÓN dio aquel paso al frente a favor de la vida, que tanto le aplaudimos y le criticaron. Desde entonces no ha parado de pararse ni de dar pasos atrás. Y ahora parece que ya no saldrá su ley y que se ha quedado solo, sin duda. No sólo solo entre sus compañeros de Gobierno, sino en general. Prácticamente nadie lo siente por él. Y digo "prácticamente" por salvar alguna excepción que confirme la regla y, sobre todo, por el sentido literal: incluso los que en teoría no nos alegramos en absoluto, en la práctica...

Por supuesto, se regocijan los proabortistas. Hay que ver qué poco pensaba cambiar la ley: mejor control médico, autorización paterna para las menores, prohibición del aborto eugenésico, tan burdamente discriminatorio... Apenas eso. Pero eso ya les parecía intolerable, y ahora se congratulan.

También se alegran algo los antiabortistas que veían en la ley Gallardón un brindis al sol. Tenían razón en que no sería una ley ni perfecta ni audaz, pero que los proabortistas saliesen contra ella como alma que ha visto al diablo les debería haber indicado que inane no era. Otra señal evidente es que, por lo visto, no se vaya a promulgar.

Estamos, por último, los que pensamos que iba a ser una ley muy corta, y más aún recortada, pero un cambio de tendencia, un punto de inflexión. Eso, como enseguida detectó el proabortismo, era la clave, además, sobre todo, de las vidas (y aunque sólo una) que salvaría. Encima, ponía el dedo -por lo menos en la idea inicial del ministro, antes de que empezara a recular- en la llaga de la discriminación brutal del aborto eugenésico. Los franceses, expertos en revoluciones, se dieron cuenta de inmediato de la importancia de ese punto de inflexión y el movimiento provida de allí estuvo muy ilusionado. Pero todo fue hace mucho tiempo.

Tanto que ahora, aunque en la teoría sigamos defendiendo la idea, por supuesto, y pidiendo una ley algo más responsable, en la práctica no acompañamos a Gallardón en el sentimiento de su soledad. Si al menos hubiese amagado con dimitir en un gesto gallardo… Ha resultado insoportable pensar estos tres años que cada día se abortaban en España 300 fetos por la frivolidad, la desidia, la pusilanimidad del ministro y del Gobierno. Ahora sabemos que al Gobierno simplemente no le importa nada la vida; y, aunque es muchísimo peor, resulta menos exasperante que aquella vergonzosa lentitud incomprensible.

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