El palillero

José Joaquín León

Frases lapidarias

Acabamos de tener un último ejemplo con el pájaro del escultor Luis Quintero, levantado junto a las Puertas de Tierra en homenaje a la Constitución de 1978. Será ya para siempre, y por los restos de los restos, el pájaro del "monumento a Casa Crespo", como lo ha definido a la perfección El Libi en la crónica que escribió Enrique Alcina. Un pájaro éste que posee una singularidad muy bien vista por el artífice de la frase lapidaria: "Fíjate si es carajote el gorrión que trae hasta la jaula".

Ahí reside la grandeza del arte, que mientras el escultor Luis Quintero y hasta la alcaldesa, Teófila Martínez, en el día del descubrimiento del pájaro, explicaban la obra como un homenaje a la libertad, como la aspiración a volar más allá de las rejas, ha llegado un hombre con la sabiduría popular del Carnaval para dejar las cosas en su sitio: es un homenaje a Casa Crespo, con pájaro y jaula incluida. Y ahí quedó.

Esto es importante porque Casa Crespo no era un sitio cualquiera. Era como una especie de zoológico en la Plaza, que dio lugar a múltiples leyendas urbanas de trasfondo delicado, algunas relacionadas con cierto bar de las inmediaciones que ya no existe. Era un establecimiento exótico y pintoresco, que se perdió, como tantos comercios tradicionales de Cádiz, ahogados por la marea del tiempo y borrados de la faz urbana por las franquicias impersonales que existen en todas las ciudades. Y ha renacido para la memoria colectiva, a las puertas de la ciudad histórica, con un pájaro multiusos que lo mismo serviría como tal, que como jaula para las fieras, que como un homenaje a la Constitución de 1978, merecido por supuesto.

Ya tenemos otra frase lapidaria, como "Cádiz, la mejor playa del Sur", que se leía a la entrada de Cortadura, de autor desconocido, o "Cádiz, señorita del mar, novia del aire", de José María Pemán, o "Cádiz, La Habana con más salero", de la habanera de Antonio Burgos, o "Cádiz, la ciudad que sonríe", una genialidad atribuida al Ayuntamiento. Lo bueno de las frases lapidarias, como la poesía popular, es que al final sus autores no se conocen. Pasan a ser del pueblo, de la memoria histórica auténtica, como este "monumento a Casa Crespo".

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