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La tribuna

Jorge Rodriguez Mancera

Fidel sigue en retirada, no ha muerto

El comandante Fidel Castro ha anunciado su enfática decisión de no aspirar ni aceptar una nueva reelección en los próximos comicios del 24 de febrero para escoger al presidente del Consejo de Estado y al comandante y jefe del Gobierno, aduciendo razones de salud, ampliamente conocidas a pesar de ser un secreto de Estado. Este hecho provocó la euforia de la generalidad de sus enemigos como si se tratase del anuncio de su deceso, particularmente en los Estados Unidos, donde los cubanos allí exilados le profesan inmenso odio y resentimiento, sólo equiparable al de sus gobernantes, por motivos políticos ligados a su concepción de la seguridad nacional y a su postura abiertamente contraria al modelo político adoptado en la isla por Fidel. Rechazo compartido por las derechas del resto del mundo y por algunas de las nuevas generaciones de gobiernos autodenominados socialdemócratas.

En contraste con estas reacciones aparecieron las de sus admiradores a ultranza, y las de quienes han recibido a lo largo de sus 50 años de regir los destinos de Cuba ayuda, apoyo y orientación política e ideológica para sus esquemas de gobierno o para la organización de movimientos revolucionarios inclinados a adoptar modelos similares en sus países, como ha ocurrido en América Latina y África, especialmente en los primeros lustros del régimen castrista, cuando esta revolución se constituyó en el referente de los cambios políticos. Menos sorprendido se vio al pueblo cubano, sin duda porque, desde la evidente enfermedad del caudillo, entendió con resignación la proximidad de un inexorable final y ya lo había descontado de sus preocupaciones.

Sin duda, estas reacciones destacan la enorme dimensión del personaje, uno de los líderes más prominentes y carismáticos, si no el que más del siglo XX, en América y en el mundo, por lo cual la presentación de su mensaje motivó posturas tan antagónicas, a pesar de la sobriedad y equilibrio de su contenido. Porque allí Fidel busca despejar las incertidumbres de su pueblo y las especulaciones de sus detractores, poniendo fin a sus responsabilidades como gobernante en razón de su precariedad física. No más presidencia ni comandancia, pero sin abandonar ni dejar expósito el rumbo del proceso revolucionario porque su mente no se ha marchitado y aprecia indispensables sus aportes a la fase de transición iniciada en julio de 2006 para evitar el desbarajuste político e institucional anhelado por sus acérrimos enemigos, como aconteció con la Unión Soviética y la tristemente célebre Cortina de Hierro. Por ello, no estaría renunciando a la secretaría del Partido Comunista, desde donde podría manejar los hilos del poder político sin enredarse en la maraña de los menesteres administrativos de la cosa pública.

La gran pregunta ahora es si la Revolución Cubana después de 50 años es solamente Fidel y si con su salida o su muerte queda finiquitada. Esto esperan sus enemigos y tal ha sido la experiencia con muchos líderes y caudillos a lo largo de la historia, lo cual explicaría la satisfacción, no muy cristiana dicho sea de paso, del señor Bush y de los funcionarios de su gobierno cuando se refieren a los quebrantos de salud del comandante, porque añoran las épocas en que quitaban y ponían los gobernantes en la isla como a bien tenían, y porque luego de cinco décadas, diez presidentes distintos desde Eisenhower hasta el último Bush, más de 600 intentos de asesinato planificados por la CIA según el gobierno cubano, una invasión realizada desde los EEUU, el casi estallido de la tercera guerra mundial cuando la crisis de los misiles rusos del señor Kruschev con el presidente Kennedy y más de 40 años de embargo económico para asfixiar al Gobierno castrista y someter al pueblo cubano a la situación de desesperanza más grande de los últimos tiempos, no sirvieron para deshacerse del barbudo comandante.

¿Podrá Fidel sacar adelante este proceso de transición antes de despedirse del planeta y lo permitirán los grandes poderes de la comunidad internacional? ¿Qué esquema adoptarán los nuevos dirigentes? ¿Se buscaría un modelo al estilo de la República Popular China, con más mercado, más propiedad privada y mejor Estado? ¿Cómo seguirían siendo las relaciones de Cuba con el presidente Chávez, quien se venía considerando como el heredero político del líder cubano para proyectar su revolución en este Continente? ¿El nuevo gobierno de EEUU entendería la inutilidad de su embargo y facilitaría el proceso de transición, algo que sin duda alejaría al vociferante mandatario venezolano si se aprecian superiores los costos del embargo para Cuba que los beneficios del petróleo subsidiado? ¿Qué pasará con los procesos de paz apoyados por Fidel en Colombia y otros países? En fin, muchos interrogantes cuyas respuestas van a empezar a ser dadas a partir del próximo domingo con las elecciones para designar los nuevos dignatarios bajo la mirada cada vez más nublada de Fidel, simplemente Fidel.

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