FUERA fascistas de la Universidad. Con este grito como "argumento" supremo unas cuantas decenas de energúmenos han saboteado sendos actos políticos protagonizados por dos mujeres del PP y una de UPD en recintos universitarios de Galicia, Cataluña y Madrid. Agresiones incívicas en toda regla, independientemente de que hayan logrado o no su objetivo.

Fuera fascistas de la Universidad. Vale, de acuerdo. Empezando por los agresores. Puesto que su ignorancia es tan grande como su intransigencia y sectarismo, ellos no saben que si se llevara a cabo su anhelo, expresado con insulto y grosería, tendrían que ser los primeros expulsados automáticamente de la Universidad. Porque su comportamiento no puede ser más fascista.

Rebobinemos. El fascismo no es sólo una ideología trasnochada y una concepción totalitaria del mundo y de la vida. También es un método de hacer política. Consiste en rechazar las reglas del juego democrático -"las urnas están para romperlas", ya saben-, considerar enemigos a los adversarios y emplear contra ellos la violencia, para eliminarlos o para amedrentarlos, según la coyuntura. Las partidas de la porra callejeras son indisociables del fascismo en sus distintas formas. Se trata de apoderarse de los ámbitos públicos violentando a algunos para coaccionar al resto. El terrorismo no deja de ser una versión más depurada y sanguinaria del delirio fascista.

Siendo así, ¿cómo calificar a los que han reventado los actos de María San Gil, Dolors Nadal y Rosa Díez sino como fascistas? Impedir el uso pacífico de la palabra a alguien, ¡y en la Universidad!, es fascismo puro. Y nos afecta a todos. La libertad es indivisible: cada atentado contra la libertad de un individuo merma la libertad de la sociedad. Resquebraja el edificio institucional que sustenta nuestra convivencia. Esto se puede entender sin necesidad de remontarse a Bertolt Brecht y su aviso sobre la suerte que espera a los que miran para otro lado cuando se oprime al vecino en la falsa creencia de que ellos pueden seguir tan tranquilos.

Por eso es tan importante que estas señoras agredidas en su libre expresión perciban una inmediata y sincera solidaridad social y política, no esos comunicados de oficio que rezuman el fastidio de quien los ha mandado redactar o esas declaraciones sibilinas en las que se llega a insinuar que la culpa puede ser de las agredidas. Los rectores tienen en sus manos un ejercicio solidario inmediato: organizar un nuevo acto con cada política atacada, en el mismo sitio, con la oportuna vigilancia policial y con ellos mismos acompañándola en el estrado. E identificar a los agresores y expedientarlos. Fuera fascistas de la Universidad, sí.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios