Crónica personal

Pilar Cernuda

Falta de respuesta

MILES de camiones han pretendido invadir Madrid bloqueando parte de las carreteras de acceso por lo que consideran "falta de respuesta" del Gobierno a sus protestas, peticiones, exigencias.

Los transportistas llevan una semana de huelga, que hoy desconvocaron temporalmente; perdieron la razón inicial al caer en una violencia intolerable que ha espantado incluso a quienes más dispuestos estaban a prestarles su apoyo. El Gobierno efectivamente no ha dado respuesta a lo que piden los camioneros, a pesar de las movilizaciones y los bloqueos, pero, lo que es aún más grave, no ha dado respuesta a los problemas que la huelga ha provocado en los ciudadanos.

Rubalcaba, probablemente el ministro con más sentido de la responsabilidad una vez que Fernández de la Vega se ha centrado tanto en cuestiones sociales que ha perdido parte de su importante labor de coordinación, se vio obligado a levantarse del lecho de enfermo el pasado miércoles al comprobar que ninguno de sus compañeros de Gabinete -empezando por el presidente- movía un dedo ante la grave crisis que estaban provocando los camioneros, no ya con la huelga, sino con los piquetes. Sólo el miércoles, y por el empeño de Rubalcaba, hubo cierta respuesta a la grave situación, pero el ministro del Interior no puede, él solo, apagar todos los fuegos. Ha organizado un dispositivo de seguridad, escoltas para los transportistas y dio órdenes para que la fuerza pública interviniera en los bloqueos y se pudiera garantizar así el suministro de los productos de primera necesidad, tanto alimenticios como sanitarios. Rubalcaba fue consciente de lo que significaba la huelga de transportes y se movió para aliviar sus consecuencias. El resto de sus compañeros no respondieron a la situación de caos que sufría España. Simplemente miraron para otro lado.

Los huelguistas quieren respuestas. Deben tenerlas, viven en una situación económicamente asfixiante y saben que esto no ha hecho más que empezar, llegan tiempos aún más duros. Es inconcebible que desde el área económica del Gobierno no se haya estudiado ningún tipo de salida para aliviar su situación, ni tampoco la de otros sectores sociales donde la camisa no llega al cuerpo de sus trabajadores y empresarios. En otros países se analiza la posibilidad de tomar medidas de tipo fiscal, reducir determinados impuestos o intentar que el libre mercado no prime a quienes están dispuestos al siempre nocivo dumping y se ofrezcan a realizar por un precio irrisorio el trabajo que otros rechazan porque no está justamente pagado. Pero da la impresión de que en España sólo se piensa en distintos modos de subvenciones cuando vienen mal dadas, lo que no es una solución, sino el aplazamiento del problema.

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