Exaltación del 'spoiler'

Parece que no hay nada más imperdonable que el "spoiler" y eso destroza nuestra relación con los clásicos

No me gusta escribir palabras extranjeras, salvo que aporten un plus, generalmente por vía irónica o alusiva. Usar la palabra spoiler me encanta, aunque exista muy su rotundo equivalente español: "destripe" o "destripar".

Es un equivalente gráfico y poderoso y, por eso, prefiero spoiler, precisamente, porque no comparto el pavor que despierta entre los públicos contemporáneos. Destripar una película o un libro resulta ahora infinitamente peor que un chiste blasfemo, dónde va a parar. Yo diría que el rechazo histérico al destripamiento no es un tic actual sin más, sino un síntoma de nuestra relación con la cultura y el arte.

La consecuencia final (si me disculpan el spoiler) de valorar sobre todo la novedad, la originalidad y la sorpresa en vez de la belleza y la verdad. Observen cómo a los clásicos no les exigimos que nos sorprendan. Si cuento aquí que Ulises, al final, vuelve a Ítaca y la lía, no habrá ninguna protesta en los comentarios del artículo. Ay, de mí cómo se me ocurra hacer lo propio con la última novela o película en la cartelera. De hecho, hablando de cine, podríamos trazar la frontera que separa a los clásicos de los modernos, según la tolerancia a los spoilers. Nadie se molestaría si cuento la escena final de Casablanca, a qué no.

Y viceversa. Quizá una causa importante del desapego a los clásicos arranque de ahí. La gente no lee el Quijote porque ya sabe qué pasa y cómo acaba. Los spoilers, al final, sí destripan a los clásicos, pero por la espalda. Si queremos realzar los clásicos, tendríamos que exaltar los spoilers, justificarlos. Yo juego con ventaja, porque desde pequeño he sido fan. Si un libro me estaba entusiasmando y ya me llevaba en volandas su suspense, me iba al fin y lo leía. Luego, volvía, tranquilo, a la lectura hedónica, sin ansias ni recelos. Así hay que leer a los clásicos y los buenos libros, disfrutando del camino, no queriendo llegar a la meta para saber qué pasa, qué curiosidad de cotilla. Los niños, que saben latín, prefieren los cuentos que ya conocen y no te dejan cambiar ni una coma. El "cuéntamelo otra vez" es el secreto tesoro de la literatura. Mil veces mejor que el "No me lo esperaba". Releer es lo mejor, aunque tiene el defecto, decía Borges, de que antes hay que haber leído.

El spoiler, a fin de cuentas, es una lección para la vida, de la que todos nos sabemos, ay, el final. Pero qué maravillosa mientras tanto.

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