Plaza nueva

Luis Carlos Peris

Euskadi y su albanización

INDUDABLEMENTE, la albanización de Euskadi es el objetivo principal que persiguen esos abertzales que tienen a ETA para mover el árbol. Eso de aislar a Euskadi del resto del mundo civilizado se confirma de forma palmaria con el asesinato de uno de los empresarios que estaba ejecutando el AVE, esa Y parecida a la que Asturias tiene en su autovía para separar los caminos a Gijón y Oviedo. Esa Y vertebraría una región que es bastante menor que la provincia de Sevilla, pero quiere impedirlo el brazo armado de los abertzales de izquierda, esa facción que, entre otras cosas, se ha apropiado del concepto. Abertzale es un neologismo fruto de la calenturienta mente de Sabino Arana y que en un principio se aplicó al patriota vasco. Por lo visto, ahora los patriotas vascos son los del tiro en la nuca, esos mismos que pretenden aislar a la hermosa región vascongada del resto de los mortales.

Ignacio Uría era un empresario vasco, uno de esos muchos empresarios creadores de una riqueza que se torpedea en Euskadi en pos de una cerril albanización o de no se sabe qué. Servidor, que vio cómo se despoblaba Neguri de una clase empresarial aterrorizada por ETA, no comprende por qué en Euskadi no se reacciona contra esa banda que ha hecho del terror su modus vivendi. Ahora que otra vez Neguri tiene vida se sigue zarandeando el nogal para que unos cuantos se hagan con las nueces. Ahora que Bilbao se abrió a la modernidad y se iluminó en uno de esos milagros que alguna vez la Naturaleza le permite al progreso, de nuevo surge el terror, el tiro a traición para acabar con la vida de uno de esos vascos que verdaderamente merecen la pena.

Era un vasco total Ignacio Uría Mendizábal; uno de esos vascos de tertulia, chacolí y partida de cartas en la sobremesa, un animal de costumbres que no perdonaba esa convivencia diaria con la cuadrilla y por la que fue directo al matadero. Su pecado fue el de trabajar para que la Alta Velocidad llegase a Euskadi, sólo eso, nada más y nada menos que eso. Laboraba por contribuir a la integración de su tierra en la aldea global, pero unas alimañas de la tierra quieren todo lo contrario, el aislamiento más trasnochado. Ocho años hacía que la patronal vasca no sufría los ataques de la ETA. Me refiero a los ataques físicos, que los morales de la extorsión y el chantaje jamás se aparcaron. Ocho años de un alto el fuego de mentira, pero el nogal seguía siendo zarandeado por esa jauría que tiene amedrentada a una región que sin ellos bien podría ser la sucursal del paraíso terrenal en nuestro país. Son cuatro gatos, pero nunca tan pocos pudieron con el futuro y la hacienda de tantos. Cuatro gatos a los que el futuro demandará por el doloroso hecho de impedir que el País Vasco sea la auténtica sucursal del paraíso en nuestra querida España.

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