EL ALAMBIQUE

Enrique / Bartolomé

Espantada carnavalesca

LA verdad es que no entiendo a los carnavaleros.Desde hace quince años vienen reivindicando un concurso de agrupaciones en nuestra localidad y cuando el Ayuntamiento decide celebrarlo, los máximos exponentes de las comparsas dan la espantada.

Escribo estas líneas a sabiendas que seré criticado por unos y por otros, pero en la certeza de que los ciudadanos de a pie no entienden la negativa de Los Majaras o Los Gitanos. Sobre todo, cuando lo que ha trascendido en la prensa es que 'la culpa la tienen los 300 euros que el Ayuntamiento exigía a los grupos en el momento de formalizar su inscripción'. Y todo por tener que abonar 300 euros en concepto de fianza, que luego serían devueltos. Por desgracia la Concejalía de Fiestas tiene que exigir una fianza. ¿Saben ustedes por qué? Pues para impedir que media hora antes de la actuación algún grupo se descuelgue haciendo 'mutis por el foro'. Sin embargo, para rizar más el rizo, en un acto público tanto Pedro el de Los Majaras como El Sopa de Los Gitanos recriminaron la actitud del Ayuntamiento 'por no remediar el desatino de los 300 euros'.

No entiendo nada, si este es el único motivo de desencuentro entre ambas partes, aunque mucho me temo que sea otro el verdadero obstáculo a la hora de participar en el concurso local. Los responsables carnavaleros deberían dar una explicación coherente. No es de recibo que las agrupaciones punteras de nuestro Carnaval (a las que por cierto he alabado en estas mismas páginas), se desmarquen de una fiesta que -según ellos- es tan importante y tan popular. Si les digo lo que pienso, tengo que poner una vez más el dedo en la llaga de los portuenses, y es que una vez más hemos dado señas de lo que venimos haciendo desde siempre. Esto es, echamos por tierra lo que simplemente nos pertenece. Si nadie es profeta en su tierra, aquí menos.

El pasotismo y la dejadez ante la defensa de lo portuense se reafirman por encima de todo. Como casi siempre hará falta que alguien de fuera nos recuerde cuánto valemos y en qué debemos utilizar el tiempo. Mientras tanto, las manecillas del reloj giran y las poblaciones del contorno se pavonean de lo que tienen. Que en muchas ocasiones es menos que lo nuestro. ¡Un poco de seriedad!, señores.

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