La idea nace de un dato: en 2014, un estudio del Real Instituto Elcano mostraba que los extranjeros otorgaban a la reputación de España una destacable nota de 6,9; por contra, los propios españoles nos concedíamos un insuficiente 4,8. Tal brecha de percepción revela que, dedicados como estamos a agigantar deficiencias y diferencias, tenemos serios problemas a la hora de reconocer nuestros logros, virtudes y valores.

Justamente para combatir ese vicio morboso, surge Proyecto 1785, una starup privada, independiente y libre de toda connotación ideológica, cuyo fin es contagiar ilusión y actitud positiva, dotarnos de razones para fomentar el orgullo de lo que somos, el uso normalizado de nuestros símbolos, la cabal autoestima de un pueblo grande como pocos y pesimista como ninguno. Coordinado por José María Moya, el propósito se ha plasmado en un portal web, un manifiesto, un vídeo y, recientemente, en un libro de título singular (1785 motivos por los que hasta un noruego querría ser español). La cifra obedece al año en el que Carlos III eligió los colores de la enseña nacional; la alusión a Noruega, a su fama de ser la mejor nación conocida.

En sus páginas encontrará el lector una enumeración de las hazañas españolas, de cuanto hicimos y hacemos por un mundo del que, con estúpida amnesia, nos creemos los peores. Hechos y nombres que tercamente arrinconamos en el trastero de la desmemoria y que, expuestos objetivamente, descubren los muchos frutos de nuestra formidable energía, creatividad y pasión. Velázquez, Goya, Picasso, Ramón y Cajal, Marañón, Cervantes y las inmortales glorias de nuestras letras, el hallazgo del Océano Pacífico, el primer mapamundi que incluyó América, inventos como el teleférico, el mando a distancia, los rayos X, el ser hoy líderes indiscutibles en donación y transplante de órganos, el tener la segunda lengua más utilizada del planeta, la maravilla de nuestros espacios naturales protegidos… Todo un largo inventario que se convierte en antídoto eficaz contra tantas falsas decepciones y depresiones.

No, no somos el ombligo del universo. Pero ya es hora de empezar a ser justos con nosotros mismos, de querernos un poquito más, de sentirnos, porque lo somos, coprotagonistas en la construcción de la Humanidad presente. Hay, como poco, 1785 argumentos para sostenerle la mirada a cualquiera. Incluso al acomplejado derrotista que, mísera ignorancia, casi todos llevamos dentro.

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