La tribuna

Gonzalo Hernández Guarch

España, un país diferente

Nuestro país ha tenido una procelosa historia cargada de avatares de todo tipo. En ocasiones se nos ha venido literalmente el mundo encima, en otras lo hemos dominado y durante una larga era fuimos el centro del mundo. Después, como ocurre casi siempre en la vida, nuestro destino geopolítico fue declinando y emergieron nuevas potencias, y a partir de ese momento entramos en una etapa de fatalismo, donde todo podría ocurrir, hasta que el remate final, lo que nos hundió realmente en la miseria, fue la Guerra Civil y una larguísima dictadura, en la que nos vimos privados de libertades y nos mantuvimos al margen de un mundo que seguía progresando sin contar con nosotros.

Cuando llegó la democracia, la respuesta del país fue unánime y entusiasta. Han pasado ya bastantes años desde entonces, pero creo que a pesar de todas las circunstancias y del momento presente tan complejo a efectos financieros, donde no se ve el horizonte y todo el mundo teme lo peor, estoy convencido de que de nuevo nuestro país va a resurgir de esta nueva y última crisis, que no sólo está afectando duramente a nuestro país, sino a todo el mundo, y que para ello tendremos que poner un especial empeño, sacar esa casta que tenemos los españoles, herencia carpetovetónica, en la que a veces ese dicho de "cuanto peor, mejor" va a ser cierto, y por una vez en sentido positivo, porque ahora tendremos que adoptar de nuevo la postura heroica de tener que salir del profundo pozo, en el que nos han hundido las circunstancias y un determinado laissez-faire acorde con ese espíritu fatalista del que hablábamos antes.

Esta vez el envite es casi definitivo y tenemos que ser muy conscientes de ello. Seremos capaces de lograrlo, pero tendremos que asumir que la alternativa sería transformarnos por generaciones en un país de segunda clase. Ya no estaríamos en la lista de los diez primeros, ya no nos tutearíamos con Francia, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos, sino que pasaríamos definitivamente a una situación en la que es preferible no pensar. Y de nuevo insisto, depende de cómo enfoquemos y cómo asumamos esta crisis que parece que se va a llevar al mundo por delante.

Históricamente, y los españoles en eso tenemos escuela y lo hemos demostrado muchas veces, hemos sido capaces de actos heroicos, de momentos estelares en la historia de la humanidad, y creo que tenemos razón en sentirnos orgullosos de tener a España por nuestro país, por nuestra nación, en un mundo tan difícil y en ocasiones absurdo, en el que ahora tantas cosas nos amenazan. Tendremos que aceptar cambios que muchas veces se nos antojarán imposibles, y aceptar con rapidez que tendremos que amoldarnos a los nuevos tiempos. Es cierto que Europa puede declinar si no cambia el rumbo y dejar que los Tigres del Pacífico se conviertan en los líderes del mundo, cosa que significaría un trauma de tal calibre que probablemente Occidente no podría asumirlo.

Todas las innovaciones, la filosofía, las costumbres, la psicología, la cultura, los avances científicos, han provenido de nuestro mundo grecorromano, del empirismo, del pragmatismo y, finalmente, de la democracia. Los avances sociales son el modelo a imitar por el resto de la humanidad. Incluso países como Estados Unidos carecen del sentido social de protección del trabajador, algo tan indispensable en nuestra cultura, que ha otorgado dignidad, igualdad y fraternidad a los seres humanos que se han visto beneficiados por ello. Ahora, en este momento de crisis tan profunda como antes no se había conocido nunca, es el momento de entender que esos avances son los que nos hacen diferentes de una manera positiva. Otros países podrán incrementar su renta de una manera ficticia e inestable, pero Europa deberá mantener sus principios no sólo democráticos a ultranza, sino sus fundamentos de protección social y sanitaria a pesar de los pesares.

España está en una difícil situación, pero, que no le quepa la menor duda a nadie, tiene una base y un fundamento para volver a la primera línea, si somos capaces de entender que no sólo estamos capacitados para ello, sino que somos de los países más ricos en el potencial humano, en las nuevas generaciones preparadas y dispuestas a asumir el reto.

Por eso, el pozo en el que estamos no debe parecernos inaccesible. Es cuestión de voluntad, esfuerzo, trabajo y dignidad. Y para eso nos hacemos falta todos, los unos a los otros, sin prescindir de nadie. La riqueza de un país no sólo se mide por su renta per cápita, que por cierto España en ese puesto está en una situación aún privilegiada, sino en el sentido ético, altruista y capaz de sus gentes. Y en eso, amigos míos, estamos muy bien situados.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios