De poco un todo

Enrique García-Máiquez

Electrocutado

COMO esos forofos que aún no ha entrado el último penitente de su cofradía y ya piensan en el desfile procesional de la Semana Santa que viene, he empezado a escribir mi carta a los Reyes Magos de las próximas Navidades. No es exagerado: es el momento.

Pasaba casualmente estos días por una tienda de electrónica con mi padre, y nos preguntábamos qué nos traían los Reyes antes del estallido de las nuevas (siempre nuevas) tecnologías. Haciendo un esfuerzo de memoria (no RAM, sino nuestra), llegamos a enumerar libros, joyas, relojes, jerseys y juguetes. Ahora toca tecno. Se conoce que realmente vienen de oriente, del lejano oriente, del made in China.

Pero se acabó. El año que viene en mi casa volveremos al regalo tradicional, que lo abres, te sorprendes, se agradece, te lo colocas y punto. Los primeros momentos ante los regalos tecnificados son dramáticos. Hay que desempaquetarlos con un cuidado, pues cabe la posibilidad de que algo no funcione, y haya que devolverlos. Luego hay que atravesar el laberinto de las conexiones y los cables, que ríete tú del hilo de Ariadna, tan elemental. Después hay que encenderlos, y no encienden. Todo sazonado con el estado de nervios que produce ver cómo un aparato se nos sube a las barbas. Si nos hicieran falta regalos tecnológicos, los haremos un día más apropiado: el de los Santos Inocentes.

He sido agraciado con un maravilloso ordenador. Voy a escribir artículos mucho mejores, dicen, más ergonómicos y luminosos. Por ahora, sin embargo, he perdido todos los datos de mi agenda. No puedo mandar e-mails porque, mientras lo montaba, el aparato me hizo por sorpresa una fotografía, en la que salgo en pijama, despeinado, estupefacto, abrumado, sin afeitar, y la ha incorporado por su cuenta y riesgo al sistema, de modo que obsequia a mis contactos con una foto mía que ni yo mismo puedo contemplar sin sobresalto. No consigo dar con la tecla que la borre para siempre o con el photoshop que me peine un poco. No soy el único damnificado. Un inmejorable DVD/TDT nos ha dejado sin televisión. Y los aparatos luminosos y sonoros de iniciación a la electrónica de mi hija andan destripados, yaciendo al lado de un montón de pilas y de manuales de instrucciones a medio leer y medio ilegibles.

Quien le iba a decir a sus Majestades que iban a caer víctimas de las modas de la modernidad. Pero es que las casas reales no levantan cabeza (coronada). Fíjense en Suecia, donde el pobre Gustavo ha salido rana. Aunque en mi casa nunca más. A partir de ahora volvemos a los viejos fueros: a la corbata y al libro tradicional, que uno se va a una esquina, y lo lee sin más conexiones, digo, complicaciones. Este artículo lo estoy escribiendo a escondidas con un boli bic. Pero eso sí, con un jersey morado, que también me han traído, precioso, aseguran, flamante, muy calentito, de fácil montaje y muy intuitivo de verdad. Frío no paso.

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