Libre directo

José Pettenghi Lachambre

Dramón de Carranza

UN dramón porque el fútbol es en realidad un drama en el que los errores son la esencia del argumento; el resto es suerte y destino. Y los dados estaban echados desde principios de temporada: aquel triunfalismo hortera que renegaba del origen humilde del Cádiz, aquellas presidencias de honor, aquellos palcos croqueteros, aquella baldasanía corbatera trajeron el lodo donde jugará el equipo la próxima liga. De aquellos fichajes enloquecidos, de aquel delirio de grandeza, de aquellos tejemanejes con el Ayuntamiento se pasó a la bronca continua y al penoso episodio del marcador electrónico. Después abulia, pasividad y al sumidero de 2ª B. Categoría acorde, al fin, con el marcador del estadio. ¿Y la afición? Si el fútbol es una religión, ser cadista es un acto de fe.

Con la ciudad metabolizando el drama, la alcaldesa de Jerez se burlaba. Dijo lo que pensaba, una novedad viniendo de ella. Pero debería saber que el infortunio no dura siempre y, lo más importante, el éxito tampoco.

Pero no nos dejemos llevar, el fútbol es lo más importante de las cosas que no son importantes. Hay otros infortunios de Cádiz más importantes y dolorosos que producen -o deberían producir- más tristeza. Como ver hermosos palacios isabelinos derrumbarse entre cagadas de palomos, la especulación y la desidia; o la sangría de una ciudad que pierde miles de habitantes y a su mejor juventud trabajadora emigrando en busca de curro; es más triste una ciudadanía aletargada por el pan y el circo, embobada en el brillo falsuno del oro cofrade; una ciudadanía dócil cuyo centro de gravedad es la cultura de la subvención. Un Cádiz milagrero siempre a la espera de la "lluvia de millones" ¿Es que sin dinero europeo no se pueden arreglar los barrios? Eso sí es triste. Tanto como ese alma carnavalera de la ciudad, ensimismada y ombliguera, base del pensamiento gadita idiotizante, cuyo mayor logro consiste en ir a la final del Falla.

Más tristeza da ese continuo y deliberado intento de engatusar al personal con chorradas adobadas de victimismo llorón que alientan los bajos instintos del localismo más cateto. La última, que el logo de La Pepa pone Cádiz muy chico... Pena penita pena.

Y con el edificio amenazando ruina, la corte de trepachepas, asesores con carnet de pelota de 1ª Especial, merodeadores del poder y tiralevitas informan a la mandamás local: "Tout va bien, madame la marquise". Aquí. Y en Jerez.

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