Aunque indaguemos en lo más profundo del ser humano, seguirá siendo un misterio saber por qué cuesta tanto trabajo respetar al contrario, al que no piensa como nosotros y mantiene un punto de vista diferente con argumentos tan válidos como los que podemos ofrecer para defender nuestras tesis. Pero no es la tendencia en una sociedad acostumbrada a marcar a fuego a quienes se atreven a llevarnos la contraria. Y las redes sociales son desgraciadamente un vigoroso ejemplo de una sociedad enfermiza que se obliga a sí misma a elegir entre el blanco y el negro sin tener en cuenta la inmensa gama de tonalidades con las que se colorea la vida. Podemos ser diversos, somos diversos, debemos ser diversos, y no es necesario reclamar continuamente respeto para todas y cada una de las ideas y opciones que existen en el mundo. Ni pedir perdón por cada una de nuestras diversidades.

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