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La Asamblea General de la Unesco, reunida en la plaza de Fontenoy de París bajo la presidencia de Stanley Muntumba, ha acordado por unanimidad de sus 197 miembros declarar el 24 de junio como Día Internacional Sin Procesiones, siguiendo las recomendaciones de su directora general , Irina Bokova. Con tal fin todos los años se pedirá a los estados miembros, a entidades y ayuntamientos que ese día en concreto no pueda salir a la calle ninguna procesión de ninguna naturaleza o religión. Ni el Rosario de la Aurora, ni aniversarios, ni coronaciones, ni novenas, triduos o besamanos, ni visitas a otros templos, ni Magnas Marianas o Magnos Marianos. Ninguna. Coincidiendo con ese día se pedirá a los capillitas que se relajen y sean felices, que cuelguen los trajes y las medallas, guarden la gomina y no quemen incienso. A las bandas de música se les pedirá que dejen de tocar sus instrumentos. En definitiva, la Unesco pretende que el que quiera expresar su devoción lo haga en cada templo sea de la confesión que sea: calvinista, presbiteriano, metodista, anglicano, evangelista, católico, musulman, mormón, testigo de Jehová, judío, budista, confucionista, hinduista, jainita, animista, chamanista o cadista. Cada uno a su templo y las calles para todos. Piensa la Unesco que si coincidiendo con el Día Internacional Sin Procesiones se decretara una amnistía sobre las terrazas, aunque fuera un solo día, veríamos las calles desde otra perspectiva, como si fueran de todos los ciudadanos. Los niños podrían jugar libremente en las plazas, los peatones podrían transitar con tranquilidad sin que le obstruyeran el paso en cada esquina y el personal allí agolpado hubiera tomado posesión de la calle, sin olor a incienso, sin cera en la calzada, sin ruido de cornetas y tambores, sin fanáticos que hubieran entrado en posesión del espacio público. Una ciudad de todos, amable y cosmopolita. Sería increíble. Veríamos otra dimensión, sentiríamos que todos somos vecinos con los mismos derechos y no solo unos pocos, sean estos capillitas u hosteleros. Qué tiempos aquellos en que los niños bajaban solos a las calles y podían jugar sin peligro de un maniguetazo , el martillazo de un capataz o la bronca de un camarero. Añoranza de un tiempo en que Cádiz era emporio del orbe porque el espacio común era para el disfrute ciudadano y no para el negocio de unos pocos. En principio la Unesco ha puesto el 24 de junio pero tengo para mí que de aquí a nada se trasladará al 28 de diciembre.

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