El fenómeno no se producía desde principios de este siglo, llegar a una Cuaresma y no tener presente a su rey, el alcaucil de Conil. Dicen que la culpa la ha tenido por una parte la falta de lluvias y luego los frios, lo que ha provocado que la planta y su fruto no crezca al ritmo adecuado.

Lo cierto es que hoy miércoles, una semana después del miércoles de Ceniza no hay alcauciles que llevarse a la boca, una tragedia gastronómica de la que no me recupero ni aún oyendo el himno patrio de Marta Sánchez en estéreo. Si lo cantara a dúo con María Dolores de Cospedal, vestida de piconera ya es que lo entonaba hasta Puchdemon… y sin necesidad de traducción simultánea.

Paco Vázquez, estudioso de la huerta conileña (ha escrito hasta un libro sobre alcauciles, chicharitos, habas y demás cosas verdes) señalaba ayer preocupado que en su último paseo por el campo tan sólo había visto algunos que estaban a "casi a punto para cogerlos… les faltará una semana", pero poco más ¡No hay alcauciles!

La cosa tendrá también consecuencias para lo que es la economía. Ahora que todos estábamos contentos porque habían elegido a Pijifakis para lo del Banco Europeo y viene este disgusto. Las previsiones son que los alcauciles, dado su retraso, alcancen precios altos, al menos en los primeros días de venta, señalan desde la "bolsa" de Conil, mucho más interesante, evidentemente que la de Tokio.

Una cuaresma sin guisos de alcauciles, chícharos y habas es como una procesión sin pirulí de La Habana, no tiene encanto y estas son las consecuencias importantes del cambio climático… esto puede preocuparle hasta al primo de Rajoy.

Pero la cosa afecta también a las tagarninas y a los espárragos trigueros. La falta de lluvia ha provocado también que haya muy pocos y las tortillas va a haber que hacerlas con gula del norte tintada de verde, tal como se está poniendo la cosita.

Las esperanzas son en que en un par de semanas y si el frío no vuelve los alcauciles aparezcan ya en los campos con "buen tamaño" para guisar. Por lo pronto una de las tradiciones gastronómicas más apreciadas de esta época, la de la cocina de los alcauciles no se ha podido llevar a cabo. Lo único que falta también es que se agrave el problema que hay con las abejas y nos quedemos sin miel para las torrijas. Ese día, sin darnos cuenta, el fin del mundo habrá llegado… ¿cómo vamos a existir sin torrijas?

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