Cuarto de Muestras

Crucifijos

Quitar crucifijos es inútil, Cristo está en todas partes para creyentes y no creyentes

Los crucifijos son noticia periódicamente. Siempre hay alguien que quiere quitarlos de en medio bajo los más peregrinos argumentos. En la cárcel resulta peligroso según en qué manos. Bajo la excusa de que España es aconfesional, que no laica, el crucifijo sobra para muchos en cualquier parte y debe quedar relegado a las iglesias y al ejercicio personal e íntimo de la religión cristiana por quien la profese. Vale.

Lo de quitar los crucifijos siempre lo he encontrado tarea inútil en un país, el nuestro, que tiene todas sus fiestas vinculadas a santos y patronas y al calendario litúrgico por más que se pretenda disimular. La raíz cristiana nos asoma a cada paso porque la llevamos en el tuétano desde hace siglos. España, y en esto también somos contradictorios, es católica y anticlerical a la vez. Quizás por eso se llama a la tolerancia con velos y mezquitas, pero se pide severidad y la retirada del crucifijo de almanaque que algún despistado tiene el valor de colgar en su consulta porque ofende a algunas sensibilidades que hay que respetar. Bueno.

"El crucifijo no hace daño a nadie" lo dijo Tierno Galván cuando quisieron quitarle el crucifijo de su despacho siendo agnóstico: "La contemplación de un hombre justo que murió por los demás no molesta a nadie. Déjenlo donde está." No volverá a pasar porque ya no hay políticos "mal queda", todos buscan la pose que sus asesores de imagen le recomiendan.

Pero como decía, quitar crucifijos es tarea inútil porque Cristo para creyentes y no creyentes está en todas partes como nos enseñaron siendo aún niños. En un pez desde tiempos de los romanos, en el pan, en la almendra mística, en la paloma del espíritu santo, en el ojo de Dios Padre, en el triángulo de la Santísima Trinidad, en el cordero divino, en el cirio pascual, en un cáliz, en la certeza y en la incertidumbre. En el prójimo.

El otro día Pacheco era de nuevo noticia por su traslado de módulo al tener unos libros y una almohada de más junto a un crucifijo heredado, que por sus dimensiones está prohibido. La noticia, más allá de un incumplimiento reglamentario y de un manifiesto desencuentro con el centro, atenta al sentido común. La cruz, y en la cárcel hay tantas visibles e invisibles, es la imagen del misterio de la salvación. Y es consuelo. Y es esperanza, Y es perdón. Dormir, leer y rezar son de las pocas cosas que se pueden hacer en prisión. Nadie lo entiende y avergüenza.

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