Columna vertebral

Ana Sofía Pérez / Bustamante

Crónica del Carnaval 2008

Marujeaba yo en paz mientras sonaba la voz chillona de una locutora local cubriendo el concurso del Falla: "Lolo, ¿cómo está el ambiente?". "Bien, bien.". "A continuación vais vosotros, no?". "Sí, sí". "¿Cómo lo veis?". "Bien, bien". "Vuestro tipo, sembrao, ¿eh?". "Sí, sí". Esto es lo que se llama en la ondas "horror vacui": horror al silencio, al vacío. De la final, poco. Los coros por la tele me aburren. La chirigota 'El código da Viñi', genial en nombre, buena en tipo, me defraudó en las letras. La comparsa 'Los pimpis', vale: por fin ha salido esta modalidad de esa cursilería chauvinista y demagógica que te daba diabetes. A los cuartetos no llegamos (somos de horario europeo). El pregón lo seguí por casualidad: hablaba uno vestido de pirata, como Johnny Depp pero agrio y sin ángel, metiéndose con carita vinagre con los coros, las chirigotas, sus antiguos rivales comparsistas y sus antecesores en el pregón. Mala follá. Sería granadino. Unos amigos montaron su contrapregón en la Posada del Mesón en plan familiar. Descubrimos en el Pópulo la taberna "El teniente Seblon", donde tapeamos da buti y vimos una exposición de fotos de la India de David Sandoval. Destacaba sobre todas la imagen de un chaval de Benarés recién salido del río, con la piel húmeda, a contraluz, sentado, con pinta de volver a tirarse, en una barandilla metálica roñosa. Su pureza y esbeltez, oscuras y nítidas contra el río y el verde desvaído de la otra orilla. Me acordé de F. Quiñones. Luego, la cabalgata. No sé si estamos hermanados con Jurassic Park: van siendo ya muchos dinosaurios. El grupo de mi hijo iba de pijas. A mi hijo se le olvidó llevarse el sujetador: "No importa, mamá. Yo era la plana de la pandilla" (y eso que le molan las curvas). Cuando pienso en las rencillas de los carnavaleros y la alegría espontánea de la gente, recuerdo el texto que acompaña la India de Sandoval: "El viajero no entiende esa realidad donde el "nosotros" ha devorado al "yo": lo grupal reemplaza cualquier noción de individualidad y como occidentales no nos queda otra que perdernos en el tumulto". En Cádiz aún tenemos la dimensión grupal, que los carnavaleros profesionales olvidan... y al hacerlo se equivocan.

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