Angelicales como parecen a ratos mientras son bebés, sobre todo cuando duermen, la evolución de los niños que empiezan a dominar el arte de la palabra es digna de estudio. Antes o después, los niños empiezan a dar coba diciendo papá y mamá, entre el baboseante regocijo de los progenitores, para acelerar pronto en sus avances con tres palabras que marcan su progreso social: no, más y mío. Da igual el orden, da igual que se imponga primero la negativa, el ansia de poseer o el egocéntrico posesivo, las tres marcan el comienzo de una socialización sin vuelta atrás que, con el tiempo, alcanzará estadios superiores cerca de la adolescencia con dos expresiones habituales: espera y ya voy. Una pasiva, la otra prometedora; ambas desesperantes. Y en la pubertad esclarecedora, ya en la mesa, llega la pregunta que desnuda las neveras y la cartera: "¿No hay más de comer?". Menos mal, y no es coba, que son encantadores.

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