Tinta china

Enrique Alcina

Coplas de humor propio y amor cambiante

VAMO-a-darle caña al popurrí. Los autores no lo quieren ni en pintura. Qué difícil es escribir ocho minutos de coplas comprimidas "sin tener ná qué decir". Llevan toda la razón los Márquez Mateos, que no son precisamente sospechosos de maltratar al espectador con popurrís lexatín. Todo lo contrario. Este año, en nombre del dios Momo, dan un repaso, pa ir pasando, a las dos piedras angulares del Carnaval: el concurso y la calle. Y para no llevar a engaños concluyen que esta fiesta "ya no es de los gaditanos". Letra intrínseca. Hay letras que hablan de aquí, otras hablan del más allá (del Puente), y unas pocas combinan elementos de aquí y acullá. Como el cuplé en busca de la letra perdida del himno de la Espagna. Las pito-risas, que en los pasodobles practican el cambio de humor, provocan un remolino de risas. "Quiñones mandó una letra y mataba a dos infantas. Ganó Juan Carlos Aragón. Conociendo a Juan Carlos, echa al Príncipe Felipe y mete al Trujillo". Viva la República del triple sentido mortal de necesidá.Pa letra urgente, la que tiraron las videntes sobre la telera que hirió de gravedá a una mujé en el patio-butaca.

De vuelta al popurrí, el dios Momo denuncia que los protagonistas del concurso, algunos de ellos expertos en ser jueces y partes, "hemos vendido el concurso a la tele". Gallineros precalentaos, palcos regalaos. Lo típico. Y de la calle, mejor ni hablar. Sábado de Carnaval, llega la avalancha mientras las agrupaciones cogen el Puente. De interés turístico. Gente cutre, pseudojipis con timbales dando por saco, mil niñas vestidas de gatitas, los peruanos del amplificador, el cóndor pasa de castaño oscuro. Botellazos, ambulancias, puestos de gofres. ¿Gofres? Eso dice la parienta de un chirigotero azulejero cuando aparece, pletórico, con montones de nata y mermelada. "¿Tú te has creído que tengo un gofre?". Sigue, Momo: "Y los domingos de plaza se están poniendo pa quedarse en casa".

Crítica al sistema. De rodillas, los de Castellón de Cascana, dan las gracias a Blancanieves por lo que está haciendo "pa cargarse" el Carnaval. "Se acabó la reventa, se acabó la gracia del Falla". De ahí que los monaguillos de Pardo entonen una plegaria a Fray Reventa de Todos los Días. "¿Por qué David mató a Goliat? Porque no le vendió dos entradas pa la final".

La cosa se pone seria. Los dentistas del Canijo se acuerdan de todas las muelas de Vidal Quadras, por meterse con Blas Infante. Entran a matar sin anestesia. "Enjuáguese la boca antes de hablar de Andalucía". Los Carapapas, por contra, firman una extraordinaria letra sobre las donaciones de órganos entre hermanos y una misiva a la ministra de Vivienda. "Usted qué va a saber de las fatiguitas que se pasan pa comprarse una casa con mil euros al mes". Adiós, don Ladrillo.

Capítulo aparte merecería un tema que este año quema en la pluma de los autores: las separaciones. Coplas sintomáticas, sociológicas, antropológicas, esdrújulas del alma. La comparsa de Rivero canta al niño que sufre los errores de sus padres, rencores que matan relaciones. Hay reproches "a las asociaciones de igualdad y progreso que hunden a quienes no piensan lo mismo". Y cierran el relato de esta guisa: "No puedo estar con mi hijo por un motivo: que soy un hombre". Tremendo reflejo, escrito sin sangre, pero con franqueza y dolor, sobre la guerra que libra el ser humano contra sí mismo. Algo está ocurriendo, las comparsas lo están cantando. Como la CNN, pero con arte.

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