Calle Ancha

Alberto Ramos / Santana

Coches, motos y casco antiguo

PARTIENDO del presupuesto de que pintar una fachada para escribir cualquier cosa es una demostración de falta de espíritu cívico, una muestra de falta de respeto hacia los demás, que ocasiona, encima, un gasto en limpieza que pagamos entre todos con nuestros impuestos, hay que reconocer que últimamente han aparecido algunas pintadas con ideas más o menos sugerentes, más o menos curiosas, que muestran que quien las ha realizado trata de enviar un mensaje, y que, pese a su demostración de incivilidad, parece que no ha encontrado otro medio para transmitirlo.

En la calle Sagasta se puede leer "No creo en Dios, sino en la divinidad de las personas", un mensaje trasgresor, quizás ofensivo para una mayoría de ciudadanos que son creyentes, pero que trata de ofrecer una visión optimista sobre el ser humano, que también hace falta. Igualmente se puede antojar trasgresor, y más en los días de campaña electoral, la pintada que hay en la fachada de la Facultad de Filosofía y Letras que decía originalmente "nuestros sueños no caben en sus urnas", aunque ante la ensoñación utópica que podía esconderse tras ese mensaje, alguien más pragmático y con su mijita de mala leche, añadió "Nada, todo es cuestión de doblarlos bien". La respuesta de quien fuere, quizás no del autor del primer mensaje, no se hizo esperar, y una nueva mano incluyó otro sobre cómo en las elecciones los partidos pueden encajar a los votantes cosas que no nos gustan, "dobladas".

También en Sagasta hay una pintada bastante significativa que dice "Coches, motos y casco antiguo. Velocidad libre, libertad para intimidar". Un mensaje que ensucia una pared, pero que es bastante expresivo de cómo se sienten muchos gaditanos que viven y pasean por el casco antiguo de la ciudad -y por toda la ciudad-, ante la impunidad con la que el tráfico motorizado se adueña de nuestras calles, y ante la falta de reacción de las autoridades municipales, que, a veces, dicen sentirse impotentes para frenar los abusos. Pero no es esa la percepción de los ciudadanos, que pueden ver, como lo hemos visto muchos, a motoristas circulando por la acera de la plaza de San Antonio, cruzando por la calle Buenos Aires, mientras un patrullero municipal frenaba ante un "ceda el paso".

El asunto, reiterativo y denunciado múltiples veces en los medios de comunicación y en cartas al director, parece que se ha convertido en una plaga a la que debemos acostumbrarnos, y, a poco, las carreras de motos por calles peatonales se podrían convertir, para algunos, en un nuevo atractivo de esta ciudad que sonríe bobalicona, mientras el derecho a pasear por calles y plazas peatonales se menoscaba por conductores y motoristas ante la inoperancia municipal.

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