La Cepa

Con la Cepa se acaba otro lugar de tertulia, como en su día se acabaron El Parisién, El Moni, El Bahía y otros

El establecimiento de la calle Plocia que se abrió como almacén de ultramarinos en 1920, con el nombre de "La Cepa Gallega" ha hecho méritos, desde que en 1962 lo coge en traspaso el padre de Felix Fernandez Verdejo y lo explota con su hijo, ampliando su actividad a la provisión de buques, hasta que este fin del mes de junio de 2017, se cierre por jubilación de su dueño, para ser considerado "La Cepa Gaditana", aunque conserve su primitiva denominación.

Es una curiosa coincidencia que cuando comienza la explotación del establecimiento a cargo de los Fernandez, sea el mismo año de 1962, incluso el mismo mes de junio en el que de vuelta a Cádiz, con mi oposición ganada y recién casado me fui a vivir al edificio del Fenix, que construido sobre terrenos ganados al muelle, dando lugar a la calle que llamarían Lázaro Dou, forma parte del mismo barrio que la calle Plocia. Por eso presumo que la Cepa y yo somos vecinos desde hace 55 años.

Por mucho que nos empeñemos en estirar nuestras vivencias, el cierre de La Cepa me recuerda, como si fuere un monje cartujo que se hubiere cruzado conmigo en el camino, lo de "memento moris", o sea la temporalidad humana. Pero no es momento de tristes añoranzas, sino de recuerdos gozosos, porque los buenos momentos que allí hemos pasado, las amistades hechas y el orgullo gaditano que sentimos porque gente muy diversa de condición y de opinión, no hubieran tenido nunca una palabra más alta que otra. Esto es un capital de gozo y amistad que nadie nos quitara.

Ese clima se debe no solo a los parroquianos sino muy especialmente a los que nos sirvieron con amabilidad y eficacia. Juan Manuel Porfirio (Juanmi), José Caballero (Pepe) y Manuel Silvano (Manolo), bajo la batuta de Felix, tienen nuestro eterno agradecimiento. Y seguro que les irá de lujo, por su hombría de bien, en cualquier actividad que emprendan.

Con La Cepa se acaba otro lugar de tertulia, como en su día se acabaron El Parisién, el Hotel de Francia, El Anteojo, El Bahía, El Callejón de Juan, El Moni y otros

Ahora a Felix le toca descansar. Bastante ha trabajado. Tiene sus aficiones, amigos, que no son solo sus compañeros de la Mirandilla y la suerte de una esposa, Pochi y de dos hijas, Alejandra y Carolina, que le han dado nietos y que le confirman que con la ayuda de su Cristo de la Buena Muerte y de la Virgen Esperanza de la Cigarreras ha hecho las cosas muy bien. Esto Felix no es una despedida, sino como también se dice, hasta más ver.

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