Estación verano

David Almorza

Calor de verano

Antes de que existiera la ley de igualdad, y de que el lenguaje tuviera que tener en cuenta el género, ya decíamos aquí "El Calor" y "La Calor". El diminutivo se deja para cuando es un calor agradable (calorcito bueno), y cuando es insoportable se dice que hace "caló, caló", poniendo intensidad en el acento hasta hacer a la letra r totalmente inaudible. Un aspecto todavía peor es el de la caloría, pero ese es otro tema.

El calor tiene dos componentes ligadas: la temperatura que hace, es decir, el calor propiamente dicho, y el calor que uno tiene, que es a lo que se le llama técnicamente sensación térmica.

Para combatir el calor se pueden tomar medidas ecológicas, como los anuncios que emite el Ministerio del Calor y de Otras Cosas, en los que se dan algunos consejos que no son más que lo que hacen los animales por instinto. Conviene recordarlos porque el hombre ha reconvertido los instintos naturales en otros instintos como el del fútbol.

También se puede combatir el calor con el aire acondicionado, que es efectivo cuando funciona y también cuando no funciona, porque ya el presupuesto de la reparación deja frío. Es ahí cuando se actúa sobre la sensación térmica, porque aunque esté estropeado, un poquito de frío sí que da.

El calor se acaba con el verano que, como todo el mundo sabe, concluye cuando aparecen por televisión los anuncios de fascículos coleccionables de las cosas más raras y dispares.

Yo les recomiendo que este año se dediquen a coleccionar sólo buenos recuerdos, y que los almacenen como hacen los Cronopios de Cortázar, para que los encuentren algún día por sorpresa. Ojalá que en un lugar de esa colección haya un hueco para esta columna que hoy, agradecido a los lectores, se despide. Hasta pronto y hasta siempre.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios