El paisaje urbano de la ciudad delata que estamos ante un Cádiz envasado al vacío. Al vacío de sus locales comerciales, producto de la especulación y, por qué no decirlo, de la avaricia de quienes son capaces de tenerlos cerrados en lugar de dar la oportunidad a jóvenes emprendedores para labrarse un futuro. Cada uno que haga lo que quiera con sus propiedades. Otra cosa es la conciencia. Sigan pidiendo burradas por sus metros cuadrados que se los van a comer con papas. Ah, ¿que no les importa?, ¿que tienen dinero como para permitirse el lujo de tenerlos clausurados? Eso es otra cosa. Y de las viviviendas, para qué hablar. 5.000 están deshabitadas. Nadie lo remedia, pero es un dato gravísimo. Vacíos los locales y los pisos. Vaciándose Cádiz de población y de empleo. De buen gusto y de ciudadanía. Todo (o casi) es farándula, postureo, pereza, conformismo. Y ninguno de estos pecados gaditanos dan de comer.

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