La torre del vigía

Ana Rodríguez / De La Robla

Bufonadas

POR mis noticias están ya movilizándose. Hay páginas web habilitadas ex profeso para ello (omito dar direcciones), y un clima insano que se está propiciando desde determinados ámbitos. Me refiero a los grupos de protesta por la presencia de Leo Bassi en Cádiz, que el 20 de abril llegará al Teatro Falla con su polémico montaje La Revelación. Una situación que no me resulta desconocida, pues la viví ya en Santander, con motivo de la representación del mismo espectáculo en esa ciudad. En aquel día de diciembre de 2006 recuerdo que acudí al teatro con miedo: miedo de sufrir alguna agresión por parte de quienes se habían erigido en defensores de la ley y el orden vociferando a la entrada del local.

He de confesar que a la obra de Bassi me encaminaba con prejuicios no precisamente positivos, inducidos por intervenciones televisivas no muy afortunadas del cómico italiano. Sin embargo, me pareció indigno acatar los dictados de los violentos, y por otro lado, nadie en su juicio dejará de admitir que para evaluar algo es preciso conocerlo. Y he aquí que La Revelación se convirtió en una sorpresa, no sólo para mí, sino para muchos de los que allí estábamos, más presentes por la curiosidad y la defensa de la libertad de expresión que por admiración hacia el italiano. El espectáculo resultó ser divertido pero, sobre todo, reflexivo; un espectáculo reivindicativo de los derechos más elementales del ser humano y que repasó algunos de los problemas más candentes de la actualidad (la inmigración, la ecología, las políticas de ocupación, los conflictos bélicos) a partir de la revisión de dogmas asentados en la civilización cristiana, pero también en la islámica o la oriental. La Revelación no fue un alegato anticatólico, sino un toque de atención hacia las atrocidades cometidas por el Hombre desde el comienzo de los tiempos, y una apelación a la fuerza de la razón -referenciada por las imágenes proyectadas de Sócrates, Hipacia, Voltaire, Kant, Montaigne o Descartes- y al poder de la Naturaleza como entorno purificador contra el abuso y la opresión.

En fin: una bufonada más juiciosa que los gritos desaforados de quienes sin educación nos increpaban. La ignorancia es madre del atrevimiento. También de la barbarie.

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