De todo un poco

enrique / gracía-máiquez

Benéfica corrupción

TODO el mundo está espantado con la corrupción en los partidos y las instituciones. Yo también, naturalmente. Pero le tenemos algo que agradecer, aunque apenas se diga. Demos la indignación por sentada, para no repetirnos demasiado, y pasemos a lo positivo.

La corrupción económica es signo y consecuencia de la podredumbre mayor y más extendida del conjunto del sistema. Sin embargo, por la fuerza de la costumbre, por pereza intelectual, porque no son conductas tipificadas y hasta por una vaga connivencia no solemos notar el problema de fondo, que es de principios y valores. Parafraseando a don Antonio Machado, somos capaces de ver el precio de la corrupción, pero no la crisis de valor. Confundimos, pues, valor y precio. Sólo cuando la cuestión afecta al dinero y a los mangantes, caemos en la cuenta de que estamos fatal. Pero la corrupción es la fiebre, que avisa y alarma, de una enfermedad más grave.

Es un cáncer democrático que la división de poderes ni esté ni se la espere. Que las listas electorales se hagan de aquella manera, por puro servilismo, sin mirar el mérito. Que los programas electorales sean papel mojado. Que los sindicatos se defiendan a sí mismos. Que las autonomías negocien con el Estado a lo Corleone, incluyendo el chantaje, la amenaza y la ilegalidad. Que los políticos juren o prometan guardar y hacer guardar una Constitución que ni una cosa ni la otra.

Lo que se ha hecho con el texto y el espíritu de la Constitución tiene nombres más feos, pero podemos dejarlo en una apaño ininterrumpido. Nuestro sistema económico descansa sobre el esfuerzo brutal de una clase media asfixiada, mientras los presupuestos corren alegremente por los torrentes y barrancas de partidos y afines. Ruiz-Gallardón dio imperiosos motivos humanitarios para reformar la legislación sobre el aborto, pero no ha hecho nada. Y mientras tanto, ha otorgado más de quinientos indultos. Como institución, el indulto es antiguo e incoherente, pero además algunos en concreto han sido vomitivos.

Este no es un artículo anti sistema, sino todo lo contrario: uno que quisiera salvarlo. Nos queda la esperanza de que no hemos perdido la capacidad de indignarnos. Cuando algunos, no todos, pero muchos, se lo llevan crudo, sí protestamos. Hay que agradecerles que sean trincones. Nos permiten indignarnos y, por tanto, demostrar que todavía tenemos dignidad y quizá remedio.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios