Quizá porque vivo agobiado por el tiempo, que siempre me falta, y necesito exprimir el triple; o por razones estrictamente teológicas y trinitarias, o porque me gusta que la forma se funda con el fondo hasta ser una tercera cosa inconfundible o por un todo de cada uno de esos motivos, no considero que nada está perfecto -aunque sea una tontería- hasta que no confluye en un tres en uno. Matar dos pájaros de un tiro me parece quedarse corto de puntería. Exijo, además, un, dos, tres, que el pájaro salga, encima, volando. Por eso, estoy encantado con el movimiento del juez Llarena de retirar la orden de búsqueda y captura a Puigdemont.

Cumple un primer requisito de técnica jurídica. Por puras garantías procesales, la deportación implica una limitación a la hora de juzgar después al detenido. El juicio ha de ceñirse a los motivos de la deportación. El juez, con buen criterio, ha preferido preservar la acción penal en toda su potencia, sin cortapisarse. Esto no le habrá hecho ninguna gracia a Puigdemont.

A la vez, políticamente, aunque no haya sido lo que el juez se haya planteado, se evita la imagen de Puigdemont siendo entregado a la Justicia española en mitad o a finales de la campaña electoral o a un tris de serlo. Entre los suyos, sería una publicidad casi imbatible, que nos vamos a ahorrar. Imagino el suspiro de alivio en los gabinetes de estrategia política de todos los partidos catalanes constitucionalistas (y también, por cierto, en el de Esquerra). Esto tampoco le habrá hecho gracia ninguna a Puigdemont, ni la oportunidad electoral perdida ni esos suspiros de alivio.

Por último, el golpe moral. No es lo mismo que te persigan, que te otorga mucha prestancia, que ser ignorado. De la condición de refugiado, que nunca tuvo en el plano jurídico, pero sí en el mediático, Puigdemont ha pasado a la condición de fugado flotante. Ha perdido relumbrón. Nadie le persigue. Ha quedado, de alguna manera, en un limbo jurídico, en babia política. La indiferencia es un arma letal, y el juez Llarena le ha vuelto la espalda a Puigdemont, aunque mirándole por el encima del hombro del "aquí te espero", preparándole muy bien el sumario. Esto no le habrá hecho ninguna gracia a Puigdemont. Hagan ustedes el recuento y nos salen tres golpes, jurídico, político y moral, de un solo movimiento judicial hecho además con la frialdad de un sencillo mecanismo forense. Un tres en uno redondo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios