La firma invitada

Juan Clavero Salvador

Aniversario de la Reserva de la Biosfera

Cuando el 22 de enero de 1977 la UNESCO declaró la Sierra de Grazalema y Ordesa-Viñamala como primeras Reservas de la Biosfera de España, aquí nadie sabía lo que era eso. Fue el esfuerzo de un grupo de científicos, dirigidos por el entonces catedrático de Botánica de la Universidad de Sevilla y presidente del Comité MAB (Programa "Hombre y Biosfera" de la UNESCO), Emilio Fernández Galiano, los que hicieron posible el reconocimiento -aunque sólo fuera simbólico- de unos valores ecológicos únicos, que pocos por estas tierras atisbaban a valorar.

Tuvieron que pasar siete años para que en 1984 la Junta de Andalucía optara por declarar a la Sierra de Grazalema como primer parque natural andaluz, con un claro objetivo: poner en marcha un nuevo modelo de desarrollo compatible con la conservación de sus importantes valores ecológicos, culturales y paisajísticos. Esta declaración fue acogida con bastante rechazo por los Ayuntamientos y la población de la sierra. Veinticinco años después los recelos no se han eliminado, pero es evidente que el parque ha contribuido de forma decisiva al relanzamiento de unas economías que estaban en estado agonizante. La mayoría de estos pueblos han conseguido frenar la sangría demográfica, y están a la cabeza del crecimiento de la renta per cápita a nivel provincial. El parque natural se percibe ya como una oportunidad, aunque algunos alcaldes y responsables de la Junta se empeñen en lo contrario.

Este parque natural tuvo que ser pionero a la fuerza; no existían precedentes. Se innovaron normas que, aunque muy contestadas al principio, han permitido conservar buena parte de los valores que hoy constituyen los recursos y el atractivo de un turismo rural y de una industria agropecuaria que oxigena las economías de sus pueblos. Se puso en marcha un modelo participativo con una Junta Rectora donde se adoptaban medidas con un amplio respaldo institucional y social. Desgraciadamente, la Junta de Andalucía pretende ahora convertir este órgano en un mero instrumento de respaldo a sus políticas, devaluándolo de forma ostensible.

Pero el parque natural puede morir de éxito. De un turismo basado en la restauración del importante patrimonio arquitectónico, cuyos beneficios redundaban en las poblaciones locales, se está pasando a un modelo turístico de tipo especulativo, fomentándose crecimientos urbanísticos desmesurados, macrourbanizaciones clónicas que están destruyendo la tipología tradicional de los pueblos blancos, campos de golf, hoteles desvinculados de los pueblos... ocasionando un daño irreparable a la imagen y a la economía futura de estos pueblos. Parece que no quieren entender -el dinero obnubila el discernimiento- que el patrimonio natural y cultural de los pueblos blancos es su principal activo; y que lo será más en el futuro, pues esta biodiversidad, estos paisajes y estas economías rurales han desaparecido de la mayor parte de los países europeos.

La Junta está celebrando, con retraso y con meros actos publicitarios, el trigésimo aniversario de esta Reserva de la Biosfera. Se podría esperar algo más. Era la oportunidad para haber dado un salto en su gestión, dando más protagonismo a la población local y a las entidades sociales. Era también la oportunidad para haber ampliado el parque natural, con la incorporación de zonas como la Sierra de Líjar, y de haber iniciado los trámites para la declaración de un parque nacional, que sería el primero de bosque mediterráneo de Andalucía.

Hasta que no exista un compromiso de las administraciones públicas para impedir más desafueros urbanísticos, y hasta que la propia sociedad de los municipios del parque no asuma su responsabilidad en la gestión y conservación de este espacio protegido, no se podrá hablar de consolidación ni de garantía de futuro de nuestra primera Reserva de la Biosfera.

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